viernes, 21 de diciembre de 2007

Deseo ...

Según el reglamento por el que se rigen los funcionarios públicos, el estatúto de los trabajadores y la mayoría de los convenios colectivos todo trabajador que lleve un año trabajado tiene derecho a disfrutar de un mes de vacaciones. Desgraciadamente esto no siempre es así, sé de empresas que solo dan a sus trabajadores 15 días al año, otras solo una semana, otras, las peores, 15 días que a su vez son cuando ellas quieren, como ellas quieren y encima sin pagarte dichos días. Afortunadamente yo no me encuentro en dicha situación, aunque aprovecho desde aqui para dejar constancia de que las leyes no siempre se cumplen y hay gente que, a pesar de los derechos que todo trabajador debería disponer, se pasa las normas por el arco del triunfo.
Como digo, me puedo considerar dentro de la rama afortunada que dispone de mis días de descanso vacacional contemplados dentro de las ley, y la segunda etapa de estos, ya dispuse de la primera este verano, ha llegado.

Esta tarde partiré para mi tierra en busca de turrón, mucho vino, comida casera y calor familiar, por lo que es posible que pasen bastantes días antes de poder pasarme por aqui otra vez y distribuir mediante el teclado unas letras azarosas que compondrán un texto, una idea.
No soy muy aficionada a la Navidad. Me hace feliz la Noche buena, cenar con toda mi familia y contar una y otra vez los mismos chistes, la mismas anécdotas ... es un momento que conservo en la memoria desde no sé cuando, desde donde los recuerdos se mezclan con la niñez y se forma el abismo de lo que siempre ha estado hay, y te reconforta, y cada año lo aprecias más ... esos momentos, porque quizá algún día desaparezcan tal y como ahora los conoces, y entonces formaran parte de mi segundo concepto navideño.

Mi segundo concepto navideño es bastante lúgubre. Me pone triste, nostalgica. Es una época donde se ensalzan valores caducos que apenas duran para la mayoría 15 días, donde el que nunca tiene nada se siente aún más abandonado, más solo.
A pesar de que en mi casa, en la mía, en la que vivo cada día no en la de mis padres, no hay árbol de navidad, ni luces en el balcón, ni un Papá Noél que trepa por la ventana, ni moral, ni ganas para gastar un pastón porque sí, porque los cánones y los grandes centros comerciales nos dicen que "Paz, amor y Felicidad" es lo mismo que dinero y regalos para todos, a pesar de todo eso ... deseo que paseis unas felices fiestas, o vacaciones, o fríos días de Diciembre, lo que para cada uno de los que se pasen por aquí representen estas fechas.

domingo, 16 de diciembre de 2007

El crepitar de las llamas


Esta mañana he encendido la chimenea. Sé que no hace frio para tenerla encendida desde por la mañana pero no he podido resistirme a la tentación de escribir tras el reflejo naranja y azul que provocan las llamas. La chimenea, siempre quise tener una. Cuando tenía once años nos mudamos a una casa más grande, con chimenea. Me dolió terriblemente tener que dejar atrás el viejo limonero del patio de mi antigua casa. Era bajito y frondoso, mucho, tanto que sus ramas invadían parte de la azotea de mi vecina, pero no importaba, ella se beneficiaba de nuestros limones, nosotros de su espacio, y ambos éramos felices.
El limonero, extendía su copa ancha por todo el patio, este no era demasiado grande aunque sí más que los pequeños patios encapsulados que venden ahora en las viviendas unifamiliares, era irregular, imperfecto, un cuadrilátero que parecía un triángulo mal acabado, cuyo toldo, techo y protección eran las ramas siempre verdes del limonero. Yo no quería dejarlo allí, no quería marcharme sin el árbol bajo el que tantas cosas habían venido a mi cabeza, sin el árbol de mis juegos, sin la jungla de mis fantasías. Mi padre me dijo que no podíamos llevarlo con nosotros, que ese era su hogar y que de sacarlo podría morir ... y me habló de la nueva casa, y de su chimenea.

En la nueva casa había dos patios, uno de ellos era perfecto para plantar el nuevo limonero que mi padre me había prometido. Nunca llegó a plantarlo. Cambié el primero por una chimenea, el segundo por una piscina de plástico desmontable para los calurosos veranos que se avecinaban, y los limones de mi casa dejaron poco a poco de ser tan amarillos, tan ácidos, tan refrescantes, y comenzaron a parecerse cada vez más a los que venden en una red en los supermercados, a los que mullidos y gordos, clavas el cuchillo y se desinflan como un globo dejando apenas unas gotitas de su sabor en el plato.
Pero teníamos una chimenea, grande, de mármol blanco y gris, en el salón de mi nueva casa. Nos mudamos para primavera, para cuando el calor empieza a apretar por aquellas tierras, para cuando te levantas con la ilusión de que el sol ya está fuera y te acompañará camino del colegio, para cuando las hormigas salen de su escondite favorito y empiezan a pulular por los patios del colegio en busca de las migas del bocadillo ... nos mudamos en primavera y aún quedaban por salir las flores a relucir y un largo y bochornoso verano antes de que las llamas danzasen dentro de mi chimenea vacía y las ramas, quizá de algún limonero, cantasen y crujiesen al compás de la danza roja y naranja.

Y llegó el frió, un frío otoñal de puertas cerradas y calles vacías, un frío de colegios y estufas, de zapatos con cordones, de bufandas a cuadros y leche calentita. La chimenea de mi casa seguía apagada. Un brasero bajo la mesa daba calor a mis pies mientras hacía los deberes, miraba la llama de mi imaginación con añoranza pero mi madre daba mil razones para que el calor que llegase hasta nosotros dependiese de un enchufe: Trabajo toda la mañana, no os voy a dejar a ti y a tu hermana mientras hago los recados con el fuego encendido, en la noche ya es tarde y tenemos que acostarnos ... Empecé a pensar que aquel precioso agujero en la pared de mi casa nueva no era más que un obsoleto objeto decorativo cuya apariencia me había embaucado y hecho abandonar el rey de mis juegos infantiles miserablemente.

La mañana del 22 de Diciembre de aquel año, me levanté como cada día temprano, a pesar de que no teníamos colegio. Me encantaba sentarme en el salón a desayunar mientras se escuchaba de fondo una cancioncilla pegadiza que repartía millones e ilusiones cada mañana un día como aquel: Ciento veinticinco mil pesetas ... Pensé que mi madre estaba haciendo chocolate, y que este se había quedado pegado al cazuelo ya que el olor a humo subía escalera arriba, como una mano pseudo invisible que golpeara la puerta de mi habitación.
Mi madre había encendido la chimenea "Para probar como va, como lleva tanto tiempo apagada ... la encenderemos todo el día en Navidad" Y yo me quedé embobada mirando las llamas, los colores, la danza, el crujir de leña ... y me dio un dolor de cabeza horrible, porque no saqué de allí mi cara en todo el día, pero siempre había sospechado que me encantaría, y fue algo más que eso, me hechizó.

Asumí que en mi casa solo se encendería la chimenea para Navidad, y así ha sido todos estos años. Ahora, en mi pequeño apartamento, tengo una chimenea que acabo de encender, y solo cerrar los ojos, ha plegado los muebles de mi piso, ha colgado de las paredes los cuadros del salón de mi casa y me ha devuelto a la primera vez que pude disfrutar de una chimenea durante todo el día, en mi propia casa.
Si cierro bien los ojos e inspiro profundamente, puedo oírlo de nuevo: Ciento veinticinco mil pesetas!!!!

sábado, 15 de diciembre de 2007

Nostalgia

Esta mañana revisando mi correo electrónico me he encontrado con este video. Me lo ha enviado un amigo al que hace tiempo que no veo. No he dejado de sonreir, de recordar, de saborar ... Dios, me he sentido como una cria otra vez, y al final te queda un sabor agridulce en el paladar, el sabor a nostalgia.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Galicia


Que puedo decir de Galicia. Que puedo decir de una tierra que es conocida por sus misterios, por su embrujo, sus meigas; de una tierra verde que bebe de sus rías el elixir de la eterna juventud haciendo que parezca un ser vivo lleno de contrastes. De lo eterno a lo caduco, de lo nuevo a lo viejo, del sabio al aprendiz que como yo, queda enganchado a la nostalgia de sus paisajes, su vino, su gente.

Los lugareños que allí he conocido y que vuelven en un trocito de mi corazón, donde se halla la gratitud eterna, me decían una y otra vez "Ahora no es la mejor época para ver Galicia verde" "Si hubieras venido en primavera ..." Pero para alguien que se asoma allí por primera vez, desde la otra punta del país, desde el sur de España marrón y seco de estos días, era todo tan distinto, tan diferente, que el simple hecho de ver los árboles cargados de un colchón de musgo, que los abraza y protege de todo, me hacía imaginar de qué me estaban hablando.
A pesar de lo que me dijesen, creo que he sido afortunada. Cuando entré por fin en tierras gallegas, hicimos el viaje en coche, nueve horas aproximadamente (sí, hay que tener valor y muchas ganas), una tupida manta de verde se difuminaba en el horizonte confundiéndose con manchas marrones, amarillas, rojas, muy rojas ... una paleta de colores a tamaño natural que alguien con muy buen gusto había esparcido para darle vida aún en el letargo otoñal. Las casas en las laderas, humeantes de chimeneas, piedra y madera, hacían parecer todo un ficticio paisaje de mi imaginación, de mis sueños, de aquellos que son buenos sueños, y no deseas que terminen nunca.

Una de las cosas que más me impactó durante el trayecto fue un tramo de autovía donde el asfalto cantaba. Sí, cantaba. Cantaba una dulce melodía que de estar en el mar hubiéramos asociado rápidamente al canto de las sirenas. Al principio pensábamos que era el viento. Abrimos la ventanilla, ni una brizna de aire golpeaba nuestro entorno. Los árboles parecían estatuas vivas que, sin moverse, mataban nuestra primera teoría haciéndonos pensar que era el suelo mágico que empezábamos a pisar lo que rugía bajo nuestros pies.

Después llegaron los saludos, las presentaciones, el albariño, la buena mesa, las risas, más paisajes, plazas, Santiago ... y un sin fin de cosas que solo agotan cuando has regresado. Allí, a pesar de que más de una vez se abrían las bocas y mirábamos de reojo la cama con deseo, las ganas de embriagarte de la tierra de los mitos, los deseos y la queimada eran aún mayores.

Y vuelvo a mi quehacer diario, al trabajo, a las caravanas tras la salida de este, al murmullo de voces ajenas en la calle enardecidas por la prisa navideña ... pero nadie podrá robar del rincón de mi memoria los olores, colores, momentos y sentimientos vividos estos días, aunque sí, Pitufo, hayan sido muy pocos.

martes, 11 de diciembre de 2007

Letargo

La semana pasada tuve una de las peores semanas en el trabajo que recuerdo. Hacía tiempo que no salía tan cansada que me dejase sin ganas de nada, sin ganas de escribir incluso. El puente lo he pasado de viaje, fuera de casa. He estado en Galicia, no conocía esa tierra, me ha hechizado.
Es este el motivo de que haya dejado el blog estos días tan abandonado. Desde que regresé de viaje vivo en un continuo letargo, los últimos dos días los ha pasado mi cuerpo exigiéndome el sueño que en él estaba acumulado, y que yo me he empeñado en no saciar robándole horas a la noche que no eran consumidas durante el día ni tan siquiera en una liviana siesta de media hora tras la comida.
Mañana vuelvo al trabajo, estos días de descanso me han sentado de maravilla. Volveré también a este blog, y las letras saldrán de nuevo entre mis dedos, mis nervios, mis impulsos ... para contar lo que me pase por la cabeza.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Volver a empezar

El otro día pululando por el blog de Pipilota, y a raíz de uno de sus post, surgió un comentario en el que no sé cómo, acabé contando una anécdota que me había ocurrido cuando era pequeña con mi madre y el tema de la existencia de los reyes magos. Posteriormente, leí el comentario que ella había hecho al respecto que concluía diciendo: Tu madre es genial ;)
Últimamente he estado pensando acerca de la opinión que nos formamos de los demás a raíz de la información que recibimos de ellos. A mi nunca me ha gustado formarme una opinión precipitada de alguien, incluso me gusta dar segundas oportunidades a la gente que, en una primera impresión, no ha terminado de empatizar conmigo, trato de encontrar algo más que yo no he visto. Muchas veces ocurre que no es el día más apropiado para conocer a alguien nuevo, que no se ha dado la conversación más oportuna para que dos personas encajen de alguna forma.

En mi familia somos muchos hermanos, una familia numerosa de las de antaño. No somos del Opus ni nada de eso, como hoy se tiende a pensar cada vez que la cifra en el número de hermanos asciende de cuatro miembros, es que somos eso, una familia de antes. Mis padres son mayores ya, y en su época de procreación era bastante habitual constituir una familia numerosa. Las anécdotas que a mi me unen a mis padres son diferentes a las que les unían a mis hermanos mayores. Hemos vivido etapas diferentes, tanto sociales como políticas y económicas, en casa y fuera de ella, tanta mente viviendo junta produce muchas ideas, que a veces chocan las unas con las otras.
El hecho es que pensé que si en vez de contar yo la anécdota hubiese contado una de las suyas alguna de mis hermanas, quizá el comentario hubiera sido diferente. No porque el lector se hubiese dejado influenciar por mi, sino porque para mi, la heroína de mi historia era mi madre, y no yo, y ella es la que quedó ensalzada. Quizá en otra historia el comentario hubiese sido "Qué fuerte" o "No me lo puedo creer" o "¿Eso te hizo?" ...
No es que no me hayan ocurrido cosas criticables con respecto a mi madre, sí que han ocurrido, pero más allá de todas ellas me queda una persona luchadora, que ha cambiado con los años, que ha evolucionado con nosotros. Una persona a la que le cuesta hablar de sentimientos pero que, si le das la oportunidad, puede darte una lección de vida, una lección que quedará siempre en ti.

Una de mis hermanas, con la que he hablado bastante acerca de mi madre y lo que significa para cada una, los recuerdos que tenemos, se siente dolida con ella, al menos esa es la impresión que me da a mi en muchas ocasiones. Eso no significa que no la quiera, que no la ame con toda su alma, precisamente el dolor viene en muchas ocasiones de amar mucho a alguien que en algún momento no ha actuado como esperábamos de ella, y con la decepción viene el dolor, no el desamor.
Es evidente que sus experiencias han sido diferentes a las mías, quizá las mías hayan sido incluso más fáciles (por llamarlas de alguna manera) porque ella luchó antes que yo por ser ella misma, y eso abrió un poco más las puertas para que mi madre entendiese ciertas posturas con respecto a mi. El caso es que esa lucha se ha llenado en ocasiones de dolor, y ese dolor se ha llenado de anécdotas en las que no sale muy bien parada. Los amigos de mi hermana, sus seres más cercanos, tienen un concepto de mi madre totalmente diferente al que tienen los míos. Su trato con ella también es diferente al de mis amigos.
Pero, estamos hablando de la misma persona, ni yo miento en lo que digo ni ella miente en lo que cuenta. Ambas cosas ocurrieron y ambas ocurrieron con la misma persona, lo único que varía en esta historia es que los demás no hayan visto a alguien sin los prejuicios, positivos o negativos, que han llegado a sus oídos.

Los prejuicios no nos dejan avanzar, nos convierten en seres estancados que nos niegan la posibilidad de descubrir a alguien distinto con la misma cara. Es como cuando dejas tu ciudad y te vas lejos, a vivir, a trabajar, a estudiar ... allí conoces otra gente, tienes otras ideas, creces y superas los obstáculos que te impedían crecer, y te sientes a gusto contigo misma. De pronto un día vuelves, y ves a los de siempre, que te hablan como siempre, te tratan como siempre ... y tu sientes que nada ha cambiado, que nada cambiará mientras estés allí, que allí serás el mismo ser cargado de complejos que eras antes de marcharte. Creo que nada de eso ocurre cuando desaparecen los prejuicios, cuando desde el yo que eres ahora miras con nuevos ojos a los que dejaste atrás, cuando los que dejaste atrás encuentran en ti a otra persona y tratan de conocerla, olvidándo lo que antes veían en ti y que les incitaba a comportarse contigo de la manera que lo hacían.

No me importa las decisiones que mi madre tomase en un pasado porque tampoco me gustaría que alguien me juzgase a mi por las que yo tomé. Me gusta quedarme con la persona que es hoy, me gusta recordar lo que me enseñó y que hace que hoy sea lo que soy. No puedo hacer que los demás, basados en sus propias experiencias, tengan el mismo concepto que yo tengo de ella, pero me gustaría que se tomasen un tiempo para tomarse un café con ella y conocerla como persona, a la que es hoy, y luego formasen una opinión caduca que dure tan solo un día, para a la mañana siguiente, volver a empezar.

lunes, 26 de noviembre de 2007

El planeta no puede estar de acuerdo


Una grua gigante bloqueaba hoy una de las avenidas principales de este mi lugar de vida habitual. Cargaba uno de los enormes árboles navideños que están poniendo por todas partes. Todo son luces, colores, arbolitos y flores de pascua por doquier. Las conservas del super han dejado su sitio a los dulces de Navidad. Los turrones lo invaden casi todo, y la gente compraba este fin de semana como si el mundo fuera a acabarse. Siempre he pensado que si tuviese que ocurrir una catástrofe mundial la mejor época era la Navidad. Así al menos nos pillaría a la mayoría surtidos de comida, congelados y dulces super extra calóricos durante los primeros meses del años.
La Navidad ha llegado casi oficialmente. Aqui nos hemos dado cuenta por las bombillas que alumbran los comercios, por el abundante color rojo y verde que decora las calles, por las enormes gruas que traen árboles artificiales y las colas en los supermercados. Si no fuese por ese despliegue de objetos y comida a mansalva no habríamos tomado quizá conciencia de ello hasta, no sé, quizá hasta el 22 de Diciembre y su gordo de la loteria, que es cuando para mi empieza realmente la Navidad.
El tiempo, al menos por estos lares, no ayuda al consumismo exacerbado. El clima aqui es templado, nada de paisajes llenos de nieve, de gente con grandes abrigos y bufandas. Nada de nariz colorada, de guantes ... aqui hace sol, de vez en cuando llueve, sí, pero como si callese aún una tormenta de verano. Aqui hace sol, mucho, y pica, e incita a cerveza, a tapa, a paseos por la playa, pero no al turrón.

El clima está cambiando, entre otras cosas el uso de miles de millones de pequeñas bombillas alumbrando la cara rica del planeta no ayuda demasiado a que la navidad sea ese remanso de prosperidad y paisajes blancos que nos proponen. El clima está cambiando y su venganza es darnos un sol bestial en pleno Noviembre y un frio extrañamente atípico en las noches de agosto. Después de todo, no podemos esperar que colabore con nuestras fiestas de paz, amor y respeto cuando sabe que él será una de las consecuencias de que mientras reimos y disfrutamos del lujo que nos rodea, usemos el planeta como el contenedor de nuestros inútiles caprichos.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Bipolar


Pensamos, pensamos continuamente, la mente no descansa nunca. Pensamos lo que hemos de comprar para mañana, lo mal que nos ha salido el examen, las palabras recién oídas, las que nos dijeron ayer; pensamos el tiempo que nos queda para salir del trabajo, las ganas que tenemos de verle, pensamos para hablar, hablamos y pensamos qué hemos dicho.
Nuestra cabeza da a veces tantas vueltas, a tantas cosas; da tantas vueltas sobre las mismas cosas que nos hemos acostumbrado a ella, a escucharla, a que ella juzgue por sí misma como un ente independiente, como una conciencia automática a la que echarle la culpa cuando nuestros actos son reprobados por alguien, incluso por nosotros mismos: "Perdona, no sé en qué estaba pensando" "No sabía lo que hacía, se me fue la cabeza" ...
Es absurdo culpar a algo que somos nosotros mismos, que nos dicta el camino a seguir porque somos nosotros mismos los que tomamos las decisiones, no un ser lánguido y transparente ser que vive en las profundidades de nuestro cerebro, con vía directa a nuestros oídos, y que nos sopla la decisión a tomar, el camino a seguir.
A veces pienso que somos adictos a la bipolaridad, a las dos caras de la moneda, al ángel y al diablo que se posan en nuestros hombros a la hora de tomar una decisión, adictos porque somos criados en la continua tesitura de lo que queremos hacer y lo que nos dicen que debemos hacer. Con los años, llega el día en que tú, y solo tú, eres dueño de tus decisiones, de escoger el camino que debes seguir ... pero necesitas de esa bipolaridad, de esa dualidad ambigua que formamos en nuestra cabeza llamando conciencia a la que siempre acierta, locura a la que es impulsiva y suele equivocarse.
Yo quiero equivocarme, quiero equivocarme, quiero equivocarme ... y saber qué he sido yo la que me he equivocado, no ha sido el momento, no han sido las prisas, no han sido dos copas de más; saber que he sido yo, y que si te equivocas, la mayoría de las veces, puedes rectificar.
No soporto los dolores de cabeza procedentes de días dándole vueltas a las cosas por miedo a equivocarte ¿Quien dice que no necesitas equivocarte para hallar el camino correcto?

martes, 20 de noviembre de 2007

La clave


Me gustaría que alguien inventase un transcriptor de pensamientos, un aparato capaz de transcribir tus pensamientos al papel, tal y como asoman a tu cabeza, tal y como los piensas. Con sus exclamaciones indicando sorpresa, tristeza; con las dudas, con los interrogantes, los puntos suspensivos ... Ayer pasaron miles de cosas por mi cabeza, cosas que me gustaría que quedaran en alguna parte recogidas, dejarlas en un lugar de la memoria supone para mi el mismo riesgo que guardar unas fotos privadas tan profundamente que luego ni yo misma soy capaz de encontrarlas. La memoria y sus malas pasadas, acabas encontrando aquello que llevabas meses buscando justo en las manos de la persona de la que escondías lo que buscabas (esto es un recuerdo bastante antiguo referente a unas fotos un tanto divertidas (para mi), obscenas (para mi madre) que por supuesto yo escondí en mi habitación y acabó encontrando ella, no es que yo vaya escondiendo mis cosas a diestro y siniestro, no tengo tanto que ocultar).
El hecho es que las cosas en nuestra cabeza suelen tener más sentido que cuando decidimos escribirlas, en parte creo que ahí radica la magnificencia del buen escritor, en contarnos algo lo más parecido posible a como lo sintió, o como lo sentimos los demás, en el caso de que sea algo común, que suele ocurrirnos de manera parecida al resto de los mortales, como ... no sé, enamorarnos.
Hay días, como ayer, en que pienso miles de cosas, miles de dudas, de controversias, de estados de ánimo, de recuerdos; miles de cosas que veo, que oigo, que me cuentan, pasan por el filtro que mi mente establece y me apetece que queden reservadas en algún lugar, porque sé que algún día, al menos a mi, me gustaría retomarlas. Entonces se me pasa por la cabeza la escritura, el contar qué es aquello que estoy sintiendo y pensando ante millares de estímulos que, en ese día, me afectan más que nunca, quiero escribir los acontecimientos como si pudiera transformar las palabras en fotografía y el texto en un vídeo que fuese capaz de transmitir las cosas más allá de la idea, más allá del hecho. Pero no puedo, ayer no lo logré. Tampoco me puse ante el teclado e intenté transmitir lo que sentía en ese momento, porque las cosas, los sentimientos cambiaban al compás de los minutos. Ni siquiera lo intenté, sabía que no podría expresar lo que en mi cabeza cabalgaba libremente, y en parte, aunque hoy me gustaría que estuviese ahí, tampoco creo que sea fácil atrapar pensamientos y sentimientos que fluyen, que están vivos, que se transforman continuamente para pasar a otra cosa diferente, que centra de nuevo toda tu atención.

Ayer pensé miles de cosas, y no fui capaz de ponerme ante el teclado y dejar que mis pensamientos fluyesen desde mi cabeza hasta mis manos para que estas teclearan. Probablemente no hubiese conseguido transmitir lo que pensaba, aunque quizá hubiese descubierto la clave que usa nuestra mente para materializar en palabras sentimientos tan profundos que no encuentran palabras para ser descritos.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Cruce de caminos

Hay varias formas de estar incómodos. Una de ellas tiene que ver con mantener una pose corporal que no nos resulta agradable. Pudiera ser al sentarnos, sobre nuestras propias piernas, las rodillas se clavan al suelo y aparece el dolor de espalda, los pies dormidos, hormigueo, notamos la incomodidad de la postura; entonces nos sentamos en una silla, recto el respaldo, demasiado alto también. La cabeza choca con la madera y nos inclinamos un poco hacia adelante. El culo no está bien posicionado, falta el apoyo completo de glúteos, el coxis aguanta más peso del que debiera y empieza una incómoda sensación a recorrernos el cuerpo. Intentamos flexionar las piernas, no podemos, nos duele el culo. Las extendemos, chocamos con algo (o alguien), nos ponemos nerviosos, no sabemos cómo ponernos, empieza a picarnos algo, la espalda, la cabeza ... estamos incómodos.
La otra forma no tiene que ver con posturas, aunque sí con poses. Nos sentimos incómodos cuando estamos ante alguien o algo que no nos deja actuar de manera natural, cuando nos sentimos forzados por algo, cuando las palabras no asoman a nuestra mente y el silencio se convierte en una loza por la falta de confianza.
Según la RAE, incomodar(se) es causar incomodidad, molestia o enfado. Es cierto que a veces nos incomodamos por la falta de roce, por el choque postural entre dos personas tímidas, irregulares a la hora de romper el hielo. Otras veces, muchas de ellas, la incomodidad viene por algo más que por un sillón maltrecho o la espera dentro de un ascensor roto con tu jefe, al que nunca has sabido cómo dirigirte.
A veces, como define la RAE, esa incomodidad se siente debido a un enfado previo, a algo que te ha molestado y te ha colocado en una postura, quizá, vulnerable, que te hace sentir incómoda.

Cuando la confianza llega al límite de lo insospechado, cuando no son necesarias las palabras para entenderse, cuando los silencios no necesitan estar llenos de palabras para que sean confortables, ni las palabras necesitan estar llenas de frases e intenciones brillantes para que sean consideradas geniales ... la imaginación se apaga. Se apaga la capacidad para concebir una escena en la que esas dos personas no tengan nada de que hablarse, se apaga la capacidad de verte esquivando preguntas y reinterpretando respuestas que no te hagan sospechar de todo. Es inimaginable el momento de un cruce de miradas sin una sonrisa, de una broma sin su réplica, de un saludo sin sus saltos, sus besos, sus abrazos.

La confianza es un sedante necesario, pero que elimina algunas parte de nuestro comportamiento, de nuestro sistema de defensa con los desconocidos, cierra la puerta a la posibilidad de que el maravilloso sofá que hoy disfrutamos en nuestro salón, suave, cómodo, acogedor ... un día desfigure su silueta a base de bultos que provocan dolores en nuestro culo y muelles rotos que desgarran nuestros mejores trajes. Porque para nosotros, los humanos, resulta imposible imaginarnos una situación pésima con las mismas piezas del puzzle que un día encajaron. Nos resulta terriblemente difícil decidir que quizá la suma de nuestra cuenta no siempre da el mismo resultado, cómo podría ocurrir eso si somos los mismos números. Y el hecho es que parecemos los mismos números, pero no lo somos.
La definición que nos da la RAE, aunque parca en palabras, estática en su número de hoja del diccionario, expectante para ser leída por unos ojos ávidos de conocimiento, no está quieta. No es una definición estática, inerte, sino que está viva porque sus palabras indican movimiento. Enfadarse, molestarse conlleva ir a algún sitio, desplazar tus sentimientos desde un lugar de calma hacia un sitio en el que se muestran irascibles y vulnerables hasta el punto de mostrar antipatía o afectar físicamente, a tus músculos (que se contraerán y provocarán calor), a tus piernas ( que correrán tras el agravio, o darán media vuelta y se alejarán de él).
Si las palabras que definen el concepto incomodarse están en movimiento, el concepto en sí lo está, pero no por sí mismo, sino porque nosotros hacemos que mute, aunque esa mutación nos coja por sorpresa, y es que, aunque veamos los mismos números en la suma, aunque veamos las mismas piezas del puzzle, eso es algo ficticio, que solo ocurre por fuera. Exteriormente cambiamos con los años, interiormente somos capaces de mutar una y otra vez, varias veces en un mismo día.

A veces nuestro camino y el de aquellos que amamos se cruzan continuamente. Otras veces se cruzan para destruirse, y se alejan uno del otro, lejos, muy lejos, y al acortarse la distancia ves que los caminos, por muy cerca que estén, ya no están cruzados, solo son líneas que cabalgan juntas, paralelas. Esa es la mayor incomodidad posible, caminar por líneas paralelas, mirándoos a los ojos, y sintiendo que nunca más se cruzarán los caminos.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

De regreso a mi pueblo


Me he ausentado un tiempo de este espacio ya que he pasado los días libres de que he dispuesto en mi pueblo. Hacía tiempo que no iba por allí, un par de meses quizá. La hora aún no había cambiado y nuestro ciclo solar era mayor, más horas de luz, más calor, más gente en las calles.
Crecí en un pueblo del interior, un pueblo donde casi nunca pasa nada y las cosas que ocurren, muy de vez en cuando, solo aparecen en las páginas de sucesos o de fenómenos meteorológicos o geológicos extraños. Cosas que en cualquier otra ciudad están a la orden del día, allí no lo están. La calma monótona que rodea sus calles salpica a los pueblos de alrededor, y el divorcio de una vecina no solo es objeto de comentarios y entretenimiento de moda por unos meses, sino que además es considerado casi fenómeno paranormal para la mayoría de los lugareños, incluso los más jóvenes, que a pesar de hablar del tema con una aparente normalidad, no dejan de tener el tema como cabecera de su conversación, hay poco más allá de lo que hablar.

Cuando pasa el tiempo, y mi coche se adentra poco a poco por las primeras calles de mi pueblo, en un nuevo regreso, la realidad de sus calles, de su gente, choca en mis ojos dándome la sensación de estar adentrándome en un lugar aparcado en el tiempo. Las mismas casas, las mismas caras, las mismas ropas, los mismos grupos de ancianos sentados al ardor de los últimos rayos de sol que penetran en el parque, donde ven el tiempo pasar mientras conversan o juegan a la petanca. Trato de recordar cómo eran las cosas cuando yo vivía allí, la imagen del recuerdo que se forma en mi cabeza es la misma, las mismas imágenes (quizá con otras caras, entre ellas la mía), pero las sensaciones eran otras.
Siempre quise vivir fuera, tenía la sensación de que aquel sitio me quedaba pequeño, estrecho, como unos zapatos que tras estrenarlos tratas de adaptar a tus pies, pero no puedes evitar las rozaduras, el escozor, el ansia por correr descalza, por llevar algo con lo que te sientas más cómoda. Siempre supe que quería vivir fuera, pero era algo que sabía, no que necesitaba. Cuando pasas mucho tiempo lejos de sus calles, de sus costumbres, de sus horarios; la vuelta supone un choque impresionante. Pero es un pueblo que absorve, puedes llegar con ideas, y cambios, y mil cosas en la cabeza que van apagándose, fundiendose si pasas demasiado tiempo viviendo allí, la monotonía del lugar se apodera poco a poco de ti, de tu estilo de vida, y acabas siendo una triste sombra más que vaga por sus calles, que vive entre cuatro paredes cuando anochece (aunque esto suceda a las seis de la tarde). Te atrapa y acaba consiguiendo que vivas cómoda en ese esquema carente de miles de cosas, que antes vivían en tu cabeza y que ahora recuerdas como algo lejano. Dejas de pensar las cosas, la de cosas que se pueden hacer en otros sitios a esas horas, un martes a las nueve de la noche, y te acostumbras a la calma que da el silencio en las calles vacías, el sonido de la televisión, ventana tras ventana, calle abajo, el olor a comida que asoma por las rendijas de las puertas camino a casa.

Anoche quedamos para tomar algo los de siempre, los que aún viven allí, los que vamos de vez en cuando. Sobre las nueve y media conducía por las calles de mi pueblo vacio en busca de mi cita posterior. No había gente, no había apenas coches circulando, no había ruido. Apenas son dos o tres los bares que a esas horas puedes encontrar abiertos, o con pretensiones de quedar abiertos más allá de las doce de la noche. Cuando llegamos al sitio donde nos tomaríamos algo el panorama me pareció desolador. Miles de watios de luz, pantallas de televisión planas, panorámicas, emitiendo videos musicales, música de fondo ... era un bar, un pub más de los que puede haber a patadas por todas parte, practicamente vacio. Apenas había una pareja sentada al fondo y un par de tipos apoyados en la barra dándo conversación a la camarera, una chica con muy malas pulgas que servía a desgana y que deseaba fervientemente que nos largásemos de allí cuanto antes, supongo que ella también quería pertenecer al ritual mayoritario y disfrutar de unas horas de tele y casa antes de dormir.
Cuando no has salido de allí nunca, tu vida se encierra en los límites que tu pueblo, o los pueblos cercanos, te ofrece. Las cosas que allí suceden, por muy livianas que sean o por más que en cualquier otro sitio pasasen desapercividas, encierran tu mundo y destacan por encimma de todo, haciéndote ver la vida con otra perspectiva. El resto de las cosas posibles pasan a la categoría de ficción y son vividas a través de la pantalla del televisor, acercándolas a tu propia vida a retazos, haciéndote vivirlas como un cuento imaginario de realidad virtual, sin moverte del sillón de casa. Cuando vuelvo y observo, pienso en la de cosas que se están perdiendo, en la de gente que no conocerán nunca ... pero ese mundo absorvente acaba por atraparte, por limitarte de manera indolora, por hacerte caer en una ensoñación que te hace pensar que tienes todo lo que necesitas. Realmente tienes todo lo que necesitas. Es un mundo cerrado, sí, lleno de cotilleos malintencionados y de juicios de valores que pertenecen a otro siglo, en ocasiones, sí; pero tan sencillo, tan simple, que llega casi a asustar cuando accedes a él desde el otro mundo. El mundo de las grandes ciudades, de los ruidos, de las ambulancias, de los tirones de bolso, del teatro, del ajetreo, de las largas colas, de las carabanas.

No sé si algún día regresaré allí para quedarme, no sé si algún día me dejaré atrapar por su silencio, por su vida sencilla, por las conversaciones llenas de cosas pequeñas, casi triviales, que allí son capaces de convertirse en armas de destrucción masiva para la reputación de alguien. No sé si algún día regreseré para quedarme, y no como visitante ocasional que vuelve a la busqueda de el cariño y los momentos de los que aún viven allí, familia y amigos, pero hoy no estoy preparada. Hoy no puedo ni quiero dejarme atrapar por su monótona calma y sus calles invernales desiertas. Hoy solo veo personas que piensan que el mundo es lo que ellos ven, lo que viven cada día, y el mundo es enorme, el mundo son ellos y miles, millones de cosas más, y a mi me encantaría conocer gran parte de ellas antes de, quizá, pasar mis días viendo las horas pasar, frente al televisor.

viernes, 9 de noviembre de 2007

Lo que somos por dentro

Hoy he despertado con un terrible dolor de cabeza, era como una aguja torpe que no terminaba de encontrar la diana, el sitio justo, el cartílago, la vena donde clavarse. Era como una punzada aguda condenada a repetirse una y otra vez pasando casi a la categoría de dolor perpetuo, pero con esa mísera inconstancia de apenas unas milésimas de segundo de tregua que lo convierten en punzada.
Era en el lado derecho, cerca del oído ¿Significará algo el lado en el que esté y la zona que abarque? Ella está segura de que los dolores corporales son una especie de reflejo de que algo va mal en nuestro interior. Por ejemplo, si te duele la boca significa que el poder creativo que llevamos dentro ha de salir al exterior para ser expresado en formas físicas; o si padeces del estómago, este refleja nuestras experiencias, de manera que si alguien come demasiado rápido, con precipitación significa que hace las cosas sin pensarlas demasiado, es el ruido de la mente que no para ni un instante.
Bien, pues a mi me dolía la cabeza, siguiendo la línea de este juego que a mi me parece un poco absurdo (no digo yo que los dolores físicos no puedan producirse como reflejo de nuestro interior, solo que pienso que debe ser algo más complejo y que no los mismos dolores han de significar las mismas fragilidades del alma ni todos los dolores físicos han de conllevar un desarreglo interior, que la úlcera es úlcera este provocada por la ansiedad y el estrés o por la mala alimentación y las costumbres insanas) el motivo es que existen cosas por aclarar dentro de mi, como placas tectónicas que chocan porque no se acoplan y esto provoca el dolor. No está nada mal, supongo, todos tenemos algunas cosas de mayor o menor índole que no nos encajan, o que nos gustaría que fuesen de otra manera, pero la verdad es que esto hubiese funcionado igual si lo hubiese leído en la vesícula, en el pecho o en un horóscopo. Quiero decir, que hay cosas tan generales, tan universales, que nos afectan a todos (y que en mayor o menor medida siempre están ahí) que es fácil hacer pronósticos al respecto que cuando nos cojan un poco bajos de moral nos resultarán incluso asombrosos y nos harán buscar ahí la solución a lo que nos rodea, desgraciadamente en la búsqueda no se hallan más que preguntas sin respuesta.

A veces se frivoliza tanto con según que temas, se comercializan tanto, se exprimen tanto, como si fuesen fenómenos que nos quedan tan lejos, en otra dimensión, que nos alejamos de las cosas espiritualmente importantes, como nosotros mismos y nuestro equilibrio mental. Probablemente la mayoría de incrédulos del mundo (y digo la mayoría, no todos) son personas que en alguna ocasión se han sentido estafadas o han visto como estafaban a alguien de su entorno con historias inventadas sobre la capacidad de la mente, la fuerza de los astros y la energía regeneradora de los chakras. Entonces, todo se convierte en una mentira, todo forma parte del espectáculo de brujas y magos ficticios y el mundo no es más que un gran globo que por casualidad flota marcando su rumbo sobre unos raíles imaginarios que lo sustentan y que nosotros calentamos a velocidad de microondas.
Es evidente que lo que tenemos dentro nos afecta, llamemosle alma, llamemosle mente ... lo que somos por dentro nos afecta. El cuerpo humano no es más que una máquina perfecta (sí perfecta, para mí no hay nada más perfecto que el funcionamiento de un ser vivo por dentro) que mediante varios procesos físicos, químicos, matemáticos ... nace, crece, se relaciona con el medio que le rodea, puede llegar a reproducirse, y muere. A pesar de lo complejas que son algunas de las reacciones físico-químicas que se producen en nuestro interior, algo más complejo aún es lo que realmente nos define, que no es ni nuestra digestión, ni nuestro abrir y cerrar de ojos, sino nuestra personalidad, lo que somos por dentro.
A menor escala, si discutimos con alguien se nos nota en el trato con los demás, incluso puede que esto comprometa nuestro apetito. Si nos dan una agradable sorpresa, evidentemente esto afecta a nuestra relación con los demás, y también puede que potencie por mil nuestro apetito. Si pequeñas cosas pueden afectar no solo anímica sino físicamente a nuestro organismo, cómo no iban a afectarnos grandes traumas, inconvenientes que trastoquen nuestro mundo, como no iban a provocar tal afección sobre una parte de nuestro cuerpo que, castigada continuamente, sea más débil y por tanto más fácil desarrollarse si se diera el caso una enfermedad.

Está claro que lo que nos ocurre por dentro nos afecta fuera, nos afecta físicamente. Pero me niego a creerme a aquellos que se empeñan en absolutizarlo todo, de dar un significado metafórico a todo, y digo TODO, lo que te sucede, como si pudiéramos permitirnos hallar la analgesia para un dolor de muelas leyendo el horóscopo.
Mi dolor de cabeza ha desaparecido, pero yo sigo siendo quien soy por dentro, nada ha cambiado hoy tras el cese del dolor.

martes, 6 de noviembre de 2007

La homosexualidad tiene cura


Hay miles de cosas que necesitan cura, están las que afectan a nuestro organismo: cáncer, deformaciones celulares, enfermedades crónicas, alergias... Están las que afectan a nuestra mente: neurosis, psicosis, esquizofrenia... Están las que afectan a nuestro ego: intolerancia, demagogia, verborrea descontrolada... Hay miles de cosas que necesitan cura, sí, cosas que afectan a nuestro cuerpo y a nuestra mente, cosas que afectan a los que nos rodean que sufren por y con nosotros, cosas que nos afectan a la hora de relacionarnos con los demás, porque seamos demasiado exigentes con ellos, porque seamos lo suficientemente pedantes como para que no aguanten más de dos minutos seguidos hablando con nosotros.
Pero, de todas aquellas cosas que rodean nuestra vida y que quizá necesiten una gran o pequeña cura, jamás se me ocurrió que el hecho de que alguien decida, de manera libre y mutuamente pactada, acostarse con otra persona sea algo que necesite cura. Mucho menos podía asomarme a la cabeza el hecho de que esa cura ha de llegar de manera inmediata si con la persona que te acuestas, además, es de tu mismo sexo.
Pues parece ser que estaba equivocada. Al parecer el gobierno de la Rioja, como no del PP, ha decidido enviar a los institutos públicos de secundaria lotes de libros en los que, entre otras cosas, pueden leerse perlas como que la homosexualidad es una enfermedad que tiene cura, ver el capítulo: La homosexualidad, conocerla y cómo curarla.
Al parecer el hecho de que ames a alguien de tu mismo sexo, o no le ames (no nos pongamos puritanos ahora), el hecho de que tengas atracción por personas que comparten genitales contigo es una enfermedad, crónica supongo, pero que tiene cura. Supongo que este tipo de libros donde, además de tratar la homosexualidad como una enfermedad, se exaltan los méritos y los tiempos del Generalísimo y se compara la Revolución Francesa con los maltratos con los que la Inquisición convertía a los herejes, son los que a los jóvenes de nuestro país les hace falta leer en lugar de las cosas que puedan aprender en la "denostada y patética" asignatura de Educación para la Ciudadanía. De hecho, libros como estos, de marcada tendencia ultra derechista, deberían ser nuestro libro de cabecera (junto a la biblia), libros en los que nos digan cómo debemos tratar como infames bichos raros a todo aquel (o aquella) que tenga el más mínimo apetito sexual por aquellos que son como él, por Dios Santo eso seguro que es antinatural!!!! Eso sí lo consideran antinatural, pero no consideran dañinas cosas como discriminar, señalar con el dedo, mentir (sobre el 11M, sobre el Yak-42), inventar realidades paralelas que dejen al país atontado y a merced de unos cuantos obispos y tipos con traje, camisa a rayas y corbata.

Hay muchas cosas que necesitan cura, una de ellas son las mentes enfermas de los que no piensan, de los que creen que existe un cliché de vida, una sola forma de amar, un solo tipo de familia,una única patria, un solo Dios, una sola religión.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Estado mental

Es dificil saber quienes somos. Es dificil conocer realmente a la gente que nos rodea cada día, pero eso es compresible si pensamos que tampoco es fácil conocernos a nosotros mismos. Podemos hacernos una leve idea que llegue a definirnos a base de costumbres. Podemos hacernos una idea superficial, basada en aspectos como la ropa que nos gusta, el tipo de música que escuchamos, los libros que leemos, las películas que nos dicen algo. Lo empaquetamos todo en un lugar de la mente y compartimos criterios con la gente que nos rodea, hallamos puntos en común. Pero, aún así, es dificil definirnos, definir a los demás.

Hay situaciones, momentos en que hemos de tomar decisiones importante que no siempre son las mismas, dependen de factores como el estado de ánimo, el propio ego, la situación mental en la que nos encontremos. He llegado a tomar decisiones para situaciones absurdas, que no conllevaban ningún quebradero aparente de cabeza, y que sin embargo han conseguido quitarme el sueño debido a que han sido tomadas en una situación de tristeza y estrés personal que para mi, han supuesto un mundo. Otras veces, he decidido cosas realmente importantes, importantes para mi y para el debenir de mi vida, y lo he hecho sin pestañear, porque en ocasiones las cosas, las situaciones te vienen de cara y pareciera que no hay nada que pueda detenerte. Es dificil saber quienes somos, y más dificil aún saber cuando tomaremos la decisión correcta.

Ella siempre me dice que estamos cargados de yoes, yo tomaré sus palabras porque me parecen las más acertadas para definir la capacidad que tenemos para ser personas diferentes, siendo la misma persona, para tomar diferentes decisiones siendo la misma cabeza, que no el mismo razonamiento ni el mismo punto de vista a la hora de llegar a una conclusión. Si nosotros mismos actuamos muchas veces sorprendiéndonos, preguntándonos qué es lo que nos ha llevado a actuar así o a tomar aquella decisión, cómo no iba a sorprendernos el hecho de que otros, que nos rodean y que de alguna manera conocemos, tomen decisiones y actuen de forma que nos haga sentir fuera de juego.
Tendemos a juzgar las cosas que hacen los demás, sobre todo si lo que hacen no es lo que esperábamos de ellos. Quizá nosotros lo hayamos hecho alguna vez, hacer algo que no se esperaba de nosotros, para bien o para mal, pero en nuestra cabeza se produce algo que no nos ocurre con los demás: la conversación entre yoes. La puesta a debate de la decisión última y el quebradero de cabeza de porqué terminamos haciendo esto y no aquello, para terminar de alguna manera justificándonos (por el estado de ánimo, porque no había otra opción, porque nos salió impulsivamente). Este proceso no siempre es válido para los demás, porque no siempre tenemos esa capacidad de introducirnos en su cabeza y razonar, poniéndonos en su pellejo, porqué tomó una decisión y no otra; a veces lo conseguimos, saber qué le llevó a hacer una cosa y no otra, pero eso no signfica que lo entendamos y que tengamos que justificarlo, porque hay cosas que no tienen justificación, y verdades que no tienen vuelta de hoja.

Hace unas semanas no quería verte, no me apetecía, no tenía capacidad para ser hipócrita y regalarte una sonrisa con dos besos. Había otra opción, no ser hipócrita y poner una cara que me llegase hasta el suelo, decirte lo que pensaba, lo que sentía ... pero tampoco creo que fuese una buena solución, hay cosas que se nos pueden escapar de las manos y hacer que todo se vaya a la mierda, no sé si quiero que todo se vaya a la mierda, de hecho no quiero, pero me gustaría tanto que las cosas cambiasen.
Dentro de unos días es posible que vuelva a verte, aún no lo sé, últimamente no sé nada de ti, ni tú de mi. No sé que harás porque nunca lo dices y cuando decides participar en el juego de los amigos te veo forzado, como si quisieras estar en cualquier parte salvo donde estás. No sé qué es lo que te hace sentir forzado, no sé qué es lo que hace que sientas que ir, es una obligación, que una llamada, conlleva un compromiso, ya somos adultos para saber decir: Hola, tengo planes y no voy a quedarme; o un simple: Hola, estoy por aqui pero no me apetece una mierda veros en esta ocasión, si cambio de opinión os llamo.
No me hubieran importado en absoluto esas palabras porque en ellas hay sinceridad, el hecho de no llamar, de omitir los hechos para no mentirnos, o mentirte, me parece más doloroso.
A pesar de todo esto, es posible que dentro de unos días volvamos a vernos. Esta vez me da igual hacerlo, me da igual verte y besarte en la mejilla. Me da igual porque no puedo exigir sinceridad por tu parte si yo misma no soy sincera, si el hecho de no verte implica no querer decirte a la cara, si surje la ocasión, que estoy dolida contigo. Ahora me da igual verte, y no sé cómo reaccionaré, quizá pase de todo y sonria, quizá me llegue la cara al suelo, quizá te ignore, quizá me preguntes, y si lo haces quiero responderte, quiero decirte qué me ha dolido, pero no para enfadarme contigo, no para pelear, para luchar, para romper sacos de rencor, si es que existen, sobre nuestras cabezas, sino porque el yo que ahora soy, y con el que me siento segura, me pide que sea sincera, para así ser capaz de exigir la misma sinceridad que yo pido. Eso no significa que los demás deban serlo, cada cual es cada quien, simplemente significa para mi que no incurro en el mismo hecho que espero no incurran los demás.

Es dificil conocernos y saber quienes somos, dificil tolerarnos, dificil aceptarnos, dificil decidir qué hacer en cada momento, dificil ser fieles a nosotros mismos pues cambiamos de parecer, de punto de vista, de estrategía continuamente y según se acumulan nuestras experiencias y sentimientos. Es dificil predecir qué haríamos en esta situación o en aquella otra, esto nos crea dudas, en ocasiones temores y dolores de cabeza, pero yo prefiero que sea así, aunque a veces nos haga perder el sueño, prefiero ser muchas cosas, muchas personas y luchar en mi cabeza democráticamente sobre qué es lo que hay que hacer. Prefiero las dudas a ser alguien que lo tiene todo siempre tan friamente calculado, que deja de ser persona para convertirse en un anuncio publicitario, donde todo está confeccionado para que seas tentado, para que te agrade, para que lo desees ... pero si te acercas un poco para descubrirlo, bueno, los decorados casi siempre son de cartón-piedra.

martes, 30 de octubre de 2007

La vida de un emigrante


Hoy en día casi tod@s tenemos cuenta de correo electrónico, la mayoría de los que usamos este recurso tenemos varias, una suele ser formal, es la que usamos para enviar curriculos, y de manera más o menos seria, luego solemos tener una que nos sirve más a diario. Es la que solemos dar a los amigos, compañeros de trabajo y demás para enviarnos chorradas tipo videos locos del youtube y algún que otro chiste. Ayer, al revisar mi correo electrónico, el de pega, el que solo sirve para bromear y pulular por el messenger de vez en cuando, me encontré un correo electrónico de una compañera de trabajo. Uno de tantos, pensé yo, uno de esos en los que ves fotos espectaculares, bromas del Anda ya! o algún que otro correo en cadena que te auguran 1000 año de mala suerte si no lo envias en los próximos días (odio ese tipo de correos, estoy cansada de decir que no me los envien pero todo es en vano). Mi sorpresa fue mayúscula al leer el contenido del mail, contenido que leereis a continuación, literalmente y tal y como lo recibí:

Ahora la cosa ya está así, dentro de 20 años, o menos; ser ciudadano Español de origen Español, va a ser una autentica desgracia...

LA VIDA DE UN EMIGRANTE
¡Qué suerte! Mi hija ya va a la guardería, antes que cientos de niños españoles, gratis y sin esperar cola. Estoy de enhorabuena, me concedieron un piso hace 5 años pagando muy poquito dinero, pasados esos años, lo he vendido y me he llevado a mi país toda la plata y los pobrecitos españoles tendrán que trabajar más para pagar tres veces más y que no se lo den, aunque a decir verdad, para algo tengo más puntos que ellos y si encima denuncias a tu marido por malos tratos, creo que ya te dan la pera de ellos..!! Ayer me regalaron el abono transporte, me vendrá bien ahorrar esos 50 euros. Actualmente, aunque me encuentro cobrando la prologa del paro (REMI), otros 6 meses más por ser extranjera, tengo intención de convertirme en trabajadora autónoma, ya que me han dicho que los 5 primeros años estamos exentos de impuestos. Ahora ya soy trabajadora legal y aprovechando esa ley de reagrupación familiar, podré traer aquí a mis 7 hijos y a mis papitos que van siendo muy mayores para que les cuiden en una residencia de esas que son gratis, ah! también a mi hermanito que allí esta enfermo, que me han dicho que montándotelo bien te dan una ayuda indefinida por incapacidad. Fíjate si serán solidarios los Españolitos, que sabiendo que nosotros somos una población mucho más joven que la de ellos, con seis hijos más de media, ya nos dejan votar en las siguientes selecciones para que podamos gobernar en unos años el país, pero que majos son! Es que son tan generosos!! Lo que no entiendo es por qué se nos dice que contribuimos a la inseguridad, que se hubiesen preocupado de esas personas que blanquean sus antecedentes penales por 100 euros en las comisarías de sus países de origen para poder entrar en España, además, los que delinquen son bastantes menos de lo que la gente se piensan, ya que somos muchos los nacionalizados, y oficialmente figuramos ya en la lista de españoles, por lo tanto no creo que sea justo que ahora siendo ya Españoles se nos tachen de de ello. También nos dicen que estamos formando guetos, y no es cierto, abarcamos ya todos los barrios de las distintas ciudades, ellos son los que se deberían de preocupar de no crearlos. Que cada vez van siendo menos y nosotros más, fíjate, hasta dicen que no ponemos de nuestra parte para integrarnos en este país, que se integren ellos!! Que nosotros que cada vez somos más y no tenemos necesidad de abandonar nuestra cultura! Quiero tener muchos hijos aquí, no entiendo como este país tiene la tasa de natalidad tan baja con la cantidad de ayudas que recibimos.
PREGUNTAS: ¿Crees tú que el emigrante de primera o segunda generación, tiene más derechos, por ejemplo, que nuestros jubilados que se encuentran en los hospitales en una lista de espera mientras atienden a todos los que vienen de fuera? o incluso más que nuestros mayores que levantaron y reconstruyeron el país de sol a sol, tras pasar por una terrible guerra civil y ahora les ha quedado una paga mensual de mierda? Todo ello contando con que les quieran sus hijos, porque sino se ven debajo de un puente por no tener una mísera residencia para ellos que bien seguro se lo han ganado. ¿Que perfil de extranjero crees que viene a España (y no a Portugal o Gibraltar que está a la misma distancia),¿crees que es el del hambriento? Acaso son aquellos que se puede permitir el lujo de dejarse una pasta en el billete de avión? El que paga 6.000 euros a las mafias por traerles a España (toda una millonada en su país? o son esos que vemos en la tele rodeado de moscas? que son los que no pueden cruzar la valla porque no pueden sujetarse en pie, y mucho menos tener una televisión en sus casas donde puedan ver y comprobar, que es la ostia 'emigrar' a España donde allí vale tó?

¡¡DE VERGÜENZA!! NI QUE SEAS DE DERECHAS O DE IZQUIERDAS, LO TUYO, POR DIGNIDAD, YA ESTA BIEN DE QUE SE RÍAN DE NOSOTROS, PÁSALO!


ESCRITO y PUBLICADO EN UN DIARIO GRATUITO DE MADRID.

Al terminar de leer el citado correo no podía terminar de creerme lo que acababa de leer, decir que me parece un panfleto fascista y retrógrado propio de otra época, que me parece apología xenófoba cargada con tintes mezquinos, engañosa y cruel, que solo trata de engañar a los más analfanetos y asustadizos españolitos de a pie y ensalzar ideas racistas y clasistas propias de la derecha más extrema me pareció la conclusión más adecuada a esta agrupación de letras, unidas para formar palabras que leidas en sus totalidad solo engendran injusticia y odio.
Lo que más me preocupa de este tipo de razonamientos xenófobos, si es que se le pueden llamar así, es que no solo forman parte, como muchos de nosotros queremos creer, de una minoría derechista que se manifiesta todos los 20 de Noviembre para celebrar el aniversario de la muerte de Franco. Puede que letras como estas provengan de ahí, pero están escritas a drede para calar en gente que, lejos de aceptar el intercambio cultural, de viajar, de conocer a los que son "diferentes" a ellos, viven una vida que adolece de cambios y dónde estos, no son bien recibidos. Gente que necesita a quien culpar de sus miserias, de las colas en el médico, de la falta de acceso a la vivienda, de que su hijo no encuentre trabajo... y en toda esta lógica preocupación, más allá de culpar a gobiernos, economía o capitalismo incipiente, toman el camino fácil de culpar lo diferente, lo nuevo, de culpar a aquellos que otros les señalan con el dedo como los culpables de que ellos no encuentren la comodidad que anhelan.

Hace poco, en el Hospital en el que trabajo, la sala de espera de urgencias estaba llena de gente. Unos, enfermos, otros (la mayoría) con simples resfriados y gastroenteritis que ya hubieran sido atendidas en sus centros de salud, o en caso de que no hubiese sido el caso, que eran supceptibles de esperar en casa hasta ver al médico de cabecera, porque ir a urgencias para eso solo conlleva que aumente el tiempo de espera, y eso es algo que perjudica a todos, más allá de cómo sea el sistema sanitario español. Pero voy a la cuestión que este es otro tema. El hecho es que con la sala de espera llena hay que poner unos límites, y estos son el intentar que por cada paciente haya solo un acompañante, de manera que sea más cómodo para el paciente, que no tiene ganas de nada y solo quiere estar tranquilo y que lo atiendan pronto. Cuando pretendíamos poner entre unos cuantos orden para intentar que los compañantes de más se fueran de la sala, una señorita (llamémosla así) dijo a voz en grito:

- Lo que teneis que hacer es sacar de la sala a tanto negro y tanto sudaca extranjero para que los españoles podamos sentarnos en la sala de espera con nuestros familiares enfermos.

No pude contestarle porque estaba trabajando, porque me hubiera peleado con ella, y con muchos más que sonreían y pensaban como ella, no pude contestarle porque es absurdo debatir desde la razón y la solidaridad un argumento que viene de la sinrazón y el odio a lo desconocido.

He intentado buscar en internet el supuesto periódico madrileño donde publicaron dicho artículo, no lo he encontrado, lo que si he encontrado es este foro donde alguien pone las mismas palabras que a mi me enviaron por correo, no dejan de sorprenderme las respuestas que recibe ante estas.
Como contraréplica a este tipo de escritos podría dar mi opinión, podría decir los errores en los que caemos si pensamos de esa manera, si juzgamos a la gente por su pais de procedencia, su color, sus creencias, sus tendencias, pero no lo haré. No lo haré con mis palabras porque que ocurran este tipo de cosas me enfandan, me cabrean ... y con esos sentimientos no quiero rebatir palabras tan crueles. Dejo pues unas palabras de Robert F. Kennedy, que creo que dicen con acertada sabiduaria lo que quizá yo diría con excesiva rabia:

... siempre que se rasgue el viento de una vida, que otro hombre ha tejido, torpe y penosamente, para él y sus hijos, siempre que hagamos eso, la nación entera será degradada. Y sin embargo parecemos tolerar un nivel creciente de violencia, que ignora nuestra común humanidad, y nuestras demandas a la civilización. Demasiadas veces celebramos la arrogancia y la chulería, y a los bravucones, demasiadas veces excusamos, a los que quieres construir su vida sobre los sueños destrozados de otros seres humanos. Pero hay una cosa clara, la violencia engendra violencia, la represión engendra venganza, y solo una limpieza de toda nuestra sociedad, puede arrancar este mal de nuestros corazones. Pues cuando enseñas a un hombre a odiar y temer a su hermano, cuando le enseñas que es un ser inferior, por su color, o sus creencias, o las normas que siguen, cuando le enseñas que los que son distintos a ti, amenazan su libertad, o tu trabajo, o tu hogar, o tu familia, entonces aprende también a enfrentarse a los otros, no como conciudadano, si no como enemigos, recibiéndolos no como cooperantes, si no como invasores que subyugan y someten. Y al final aprendemos a mirar a nuestros hermanos como extraños, extraños con los que compartimos una ciudad pero no una comunidad, hombres ligados a nosotros en una vivienda común, pero no en un esfuerzo común. Tan solo aprendemos a compartir un miedo común, solo un deseo común, de alejarse del otro, solo un impulso común, de superar el desacuerdo con la fuerza. Nuestra vida en este planeta es demasiado corta, el trabajo por hacer es demasiado grande para dejar que ese espíritu prospere por más tiempo en esta tierra nuestra. Desde luego, no podemos prohibirlo con militares, ni con una resolución, pero quizás podamos recordar, aunque sea por un momento, que aquellos que viven con nosotros son nuestros hermanos, que comparten con nosotros el mismo corto momento de vida, que solo buscan, como nosotros, la oportunidad de vivir la vida con bienestar y felicidad, disfrutando lo que la satisfacción y el logro les proporciona...

lunes, 29 de octubre de 2007

Al otro lado


He pasado el fin de semana viendo películas de terror. Bueno, en realidad no ha sido lo único que he hecho, no seamos tan estrictos, también me ha dado tiempo a trabajar, mosquearme, tener visita fugaz, reír, comer, pasear, comer otra vez y vomitar, vomitar y vomitar por haber comido tanto y porque mi estómago: perro, malo y sádico donde los haya, no me permite la posibilidad de cualquier humano de cebarse un día a base de comida, cerveza y dulces porque se rinde, se para y deja de digerir ... dolor, nauseas, vómitos y cara de gilipollas mirando en la taza del water aquella tarta que te comiste diciendo: Uhmmmm, deliciosa!!!!!
Pero bueno, aparte de ese pequeño detalle y que hoy solo estoy dispuesta a consumir Aquarius, pase gran parte del fin de semana viendo películas de terror. No es algo que hubiésemos programado, simplemente se fue dando y cuando acordamos estábamos rodeadas de asesinos en serie, maltratadores claustrofóbicos que abusaban de tus miedos para recrearlos y hacerte vivir una pesadilla, casas inteligentes con espíritus atrapados y llamadas telefónicas insistentes que acaban por confesarte "Voy a matarte".
Me encantan las películas de terror, siempre me han gustado, siempre acabo por preguntarme, cuando me encuentro atrapada en ella y camino junto al protagonista por los pasillos de una casa abandonada "¿Que necesidad tendré yo de estar llevándome un mal rato como este?" Porque, realmente lo paso mal (si la película es buena, si la banda sonora acompaña, si no es muy predecible...), pero es mayor el placer que me reporta la adrenalina quemada, el querer huir con los pies pegados al sofá, el querer gritar con la boca tapada por algún cojín, el querer empujar a la victima para que corra, para que mire, para que dispare... que el hecho de estar sufriendo.

El cine de terror de ahora no es como el de antes, la gente ha cambiado, la sociedad ha evolucionado hacia otras cosas y hoy día son diferentes los miedos que tenemos hacia las cosas que los que se podían sentir hace tan solo 10 o 20 años. Incluso ha cambiado el formato de película según estemos tratando el miedo desde una perspectiva u otra. Cuando tocamos la huída, la búsqueda, el desconcierto... hablamos de cine de suspense, nos deja en suspenso, en el aire toda una trama que hemos de ser capaces de resolver antes de que lo haga nuestro incansable compañero de fatigas tras la pantalla. Sufrimos con él y sospechamos de todo y todos, solo nos tenemos a nosotros mismos para salir de una situación angustiante que nos tiene atrapados y que solo con la búsqueda de la verdad estableceremos el orden en nuestra vida. El otro, el cine de terror, sí y solo sí está bien hecho, es un cine más oscuro, un cine lleno de trampas, de muertes, donde los dos planos se cruzan para dar vida a una realidad terrorífica. Dos planos, que no siempre son los mismos, tradicionalmente fueron el de la vida y la muerte, el de los vivos y los no-vivos; los otros dos son el de la locura y la cordura, la delgada línea que separa a una de la otra y que nos hace sentir tan pronto en uno de los extremos como en el otro.
Nuestros miedos han cambiado, sí, hoy día seríamos pocos los que nos asustaríamos con un Frankenstein, quizá algún que otro ¡ay! procedente de una buena combinación entre el aumento de la música y la aparición de una mano que nos toca la espalda cuando no lo esperábamos. Pero eso no dejan de ser sustos ocasionales como el que trata de darte alguien escondido tras una puerta, o alguien que intenta acabar con tu ataque de hipo: aparece, gritas y ahí termina todo, luego incluso puede haber risas.
Hoy en día hace falta más para asustarnos, nos hemos acostumbrado a la sangre, a la guerra, a los asesinos, incluso en lo paranormal, nos encontramos con programas de espíritus y espiritistas con información e incluso guías de comportamiento con fantasmas: No tengas miedo, háblale; mantente firme, tú eres el vivo, tú mandas... evidentemente no nos va a dar por pensar eso viendo poltergeist aunque, quien sabe.
Hoy en día, por lo general, lo que realmente nos aterra es aquello que pensamos que realmente puede llegar a pasarnos. Mientras más dentro entre la historia en nuestra cabeza, mientras mayores posibilidades haya de que te pase lo que le está ocurriendo a el/la protagonista, mayor terror seremos capaces de albergar, mayor identificación con el personaje, mayor sensación de alivio en su alivio, mayor stress en su miedo, mayor miedo ante la posibilidad de perder su vida, y con ella, la batalla. Porque en este punto, no estamos hablando de perder a nuestra pareja, de perder la casa, el coche, el trabajo. No estamos hablando de perder a nuestro hijo trágicamente en un accidente de trafico, estamos hablando de perder la vida, lo más preciado que tenemos, lo único que si perdemos tendrá como consecuencia que dejaremos de existir, dejaremos de ser nosotros, y ahí es cuando sale nuestro instinto de supervivencia, nuestra adrenalina quemada, nuestra capacidad para luchar sin tregua más allá del dolor físico que sintamos.

En definitiva, y aunque parezca mentira, este tipo de cine tiene el objetivo de entretener, de hacernos pasar un buen rato (aunque se trate de un rato de miedo), como las atracciones de un parque temático, adrenalina y gritos por un tubo. Se trata de recrear de manera artificial una realidad que nos haga segregar sustancias que nos hagan sentir las cosas como si verdaderamente nos estuviesen sucediendo, y sintiendo, esto no lo tengo tan claro, algo parecido a lo que sentiríamos en la vida real ... prefiero seguir sintiéndolo al otro lado de la pantalla.

viernes, 26 de octubre de 2007

Lo siento, no hay concierto

Llevo unas semanas volviendome loca intentando encontrar la manera de ir al concierto de Sara Bettens (ex K´s Choice), pero me temo que nos vamos a quedar con las ganas. La única manera de verla es plantarse en cualquier ciudad europea por la que pase (Bruselas, Paris, Amsterdan ...) ya que por España no tiene visos de que toque alguna vez. Habría que conseguir la entrada, conseguir los billetes de avión (y lo más baratos posibles), conseguir que los días encajaran en el curro, los tuyos y los mios, y que a su vez coincidiesen con alguno de los días de concierto en capital de país, tipo bruselas, porque no creo que haya demasiadas compañías de Low Cost que nos lleven hasta Sandweiler o Deventer.
En fin, que aunque todos los días miro mis fechas disponibles, las del concierto, la de los vuelos ... voy asumiendo que lo que empezó siendo una idea loca y maravilosa, casi una sorpresa, acabará convirtiéndose en un desastre cuya consecuencia es que no podremos ir a verla en directo. Siempre nos quedarán sus discos, y el emule, que la mayoría no los editan en España.

jueves, 25 de octubre de 2007

Teletrasnportando


He pasado mucho tiempo con el tiempo vacio, vacio de cosas, vacio de contenidos, vacio de planes y vacio de momentos. Las horas pasaban como los días sin viento, sin erosión, sin cambio, con una calma total que avanza a pesar de estar estancada.
Ahora pasa el tiempo desbordado de cosas por hacer, de ideas, viajes programados, canciones por escuchar y libros por leer. Ahora el tiempo se ha hecho finito, acotado, como un cesto desbordado de manzanas de la felicidad que no da abasto a ceder fruta a otros días ya completos ... Y añoro tener más tiempo para ocuparlo todo, y odio ocupar parte de mi tiempo en cosas obligadas y no inventadas, y recuerdo los momentos en que el tiempo fue perdido, es demasiado tarde para invertir el mecanismo y que los segundos del pasado se sumen a los del hoy para tener días de 48 horas.

Es quizá absurdo hablar de tiempo, hablar de límites que entorpecen nuestro devenir pues este, no deja de ser nuestro propio invento. Pero para hacer las cosas que queremos, todas las que planeamos y deseamos, necesitamos hacerlas en este plano, porque es en este en el que las soñamos, y en este, necesariamente, existen los límites, existen las horas, existe el tiempo.
El tren sale a las 7:05 de la mañana, llegará a las 7:45. El concierto es a las 20:00 h, salgo del trabajo a las 17:30 h ... siempre he pensado que deberían dejar de decirnos cosas evidentes como: El departamento de nutrición de la Universidad de California ha descubierto que el consumo habitual de frutas y verduras es bueno para la salud diaria ... Alguien debería hacer de una vez algo útil e inventar el TELETRANSPORTADOR, pequeño, de bolsillo, lo sacas y metes un dedo, te vas desintegrando, poco a poco entras en el pequeño y caótico agujero y apareces hecha y derecha justo en el lugar que deseas, al instante, sin colas, sin overbooking, sin perdernos cosas deliciosas por falta de espacio, por exceso de espacio entre ellas y nosotras ... por falta de tiempo.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Un auténtico milagro



Hoy ha vuelto la lluvia. Ha vuelto sin el ruido de las últimas veces, sin los relámpagos que lo iluminan todo, los que despiertan miedos de la infancia, sin la cuenta atrás, sin el ensordecedor sonido de la tormenta. Ha vuelto callada, con tímidas gotas que se prolongan en el tiempo, con destellos húmedos que empañan los cristales y que te absorven, dejándote hipnotizada con la nariz pegada a la ventana. Hoy ha vuelto la tristeza feliz que provoca la nostalgia bien acogida, esa que reconforta como una manta tras el frío, como una taza de caldo tras un paseo invernal, esa que surge de un paisaje aderezado con las notas de una melodía maravillosa, notas que traspasan la coraza de la piel y se quedan pegadas a tu alma, o a la parte del cerebro que es capaz de rememorar instantes maravillosos, y revivirlos, y palparlos de nuevo ... esa parte que te hace entrar en una ensoñación que rompe el momento y se vuelve real, y forma parte del presente.

Descubrir a Faruk y su Árbol de la paciencia fue descubrir la sincronía entre la vibración que algunas de sus notas provocan en consonancia con ciertos sentimientos de llanto desconsolado y placentero. Leí hace un tiempo que se pensaba que determinados sonidos podían describir a Dios, que durante siglos se ha tratado de encontrar esa vibración, ese sonido que, escuchado por el oído humano, le hiciese sentir que estaba escuchando algo importante, porque su cuerpo recibiría a este como un elemento casi familiar, como una llave magistral que se abriría paso hacia el corazón del ser humano.
No creo que esto se haya conseguido, no al menos para definir el concepto universal que se tiene de Dios, pero creo que en muchas ocasiones se ha rozado la perfección que se le supone a ciertas piezas que se resbalan hacia tu interior, siendo capaces de abrir la caja de Pandora de los sentimientos dejándolos fluir. No creo que esto sea universal, al menos en todos los casos, hay vibraciones musicales que a todos nos afectan, que casi todos coincidimos en afirmar que nos hacen sentir de una manera especial. Otras veces esto no ocurre, son notas que solo afectan a unos pocos, que se siente reconocidos y conmovidos al encontrar, tras un tiempo de búsqueda y soledad, a aquellos que sintieron lo mismo la primera vez que escucharon esas notas. En cualquier caso, más allá de lo que determinada música provoque en nosotros, no deja de parecerme un auténtico milagro que ciertos sonidos entrelazados para formar música tengan la capacidad de alterar nuestro estado de ánimo, de rescatar sentimientos, no ya recuerdos, que no dejan de ser retazos de nuestra vida almacenados en alguna parte de nuestro cerebro, hablo de sentimientos vividos que nos hicieron reír, llorar, sonrojarnos, precipitarnos, hablar, escribir, componer, estudiar, soñar ... y que vuelven a invadirnos pudiendo reconocerlos, pero sin dejar de ser tan intensos como lo fueron la primera vez.

Supongo que todo esto, como casi cualquier cosa a día de hoy, tendrá una explicación científica que nos hablará de asociación de conceptos y demás, pero hoy está lloviendo, y a pesar de cualquier explicación lógica, no deja de parecerme un auténtico milagro.

viernes, 19 de octubre de 2007

Mentirosos compulsivos


Hace poco hemos podio leer en la prensa el caso de Tania Head, en realidad Alicia Steve Head, una barcelonesa que se hizo pasar por victima del 11 de Septiembre llevándola su propia mentira a ser la presidenta de la red de supervivientes del World Trade Center. Este tipo de patología en la que la mentira se escribe con mayúsculas es conocida por los especialistas como Pseudología fantástica, una tendencia a mentir compulsivamente propia de personas inteligentes necesitadas de autoestima, que cuantan historias buscando protagonismo en ellas y que, en ocasiones, llegan incluso a creerse.
La mentira es un recurso que todos, en mayor o menor medida, usamos a lo largo de nuestra vida. Mentimos para quedar bien, mentimos por compromiso, mentimos por piedad, mentimos para sacar beneficio, mentimos para colarnos en la cola del banco, del super, para ligar, para conquistar, para desembarazarnos de alguien ... Probablemente la mayoría de las veces no midamos las consecuencias de nuestra mentira, quizá la usemos, sin más, como un recurso para que algo o alguien no cambie nuestros planes, no vemos mala intención en el hecho en sí, quizá porque tampoco este hecho para dañar a nadie. Es cierto que existen mentiras crueles, engaños capaces de hacer mucho daño y que surgen a sabiendas de que eso provocará más de un dolor de cabeza, pero ese tipo de mentiras son más producto de la maldad que de la mentira en sí.

Hace unos años me topé de cara con un mentiroso compulsivo. Su vida, al menos como los demás la veíamos desde fuera, era un inmenso plato soso e insípido, un atracon de lexatines metafóricos que le hacían parecer siempre adormecido y aburrido. Su silueta deambulaba entre nosotros como una sombra callada que hace compañía a base de presentir una presencia que existe pero que no termina de dar señales de vida. Su persona solo se hacía notar de vez en cuando contando historias fantásticas que siempre le ocurrian de manera ajena a nosotros y en lugares y con personas donde no teníamos acceso. Sabíamos que mentía, era algo que todos imaginábamos, incluso en ocasiones hablábamos de ello, sobre todo el día que nos contó que había estado en una boda cuyo invitado de honor había sido el mismísimo Principe de Asturias. Eran mentiras evidentes, evidentes e inocentes que todos aceptábamos porque siempre habían estado ahí, porque escucharlas era la única forma que teníamos, la mayoría de las veces, de escuchar su voz, de que formase parte del estranbótico grupo que formábamos.
Cierto día, de cierto verano que pocos olvidaremos (cada uno por lo suyo), entabló una conversación normal, sin famosos, sin grandes fiestas, sin situaciones rocambolescas. Nos habló de él, de lo que sentía, de lo que vivía. Nos habló de su homosexualidad, algo que todos habíamos supuesto y respetado pero de lo que él jamás había hablado, nos habló de lo especial que era alguien que había conocido y que ahora formaba parte de su vida, nos habló de planes, de gustos ... nos reimos juntos, nos contamos cosas, nos desvelamos secretos y soltamos algún que otro "ya sabía yo" recibido con risas y alguna que otra carcajada.
La historia, esa historia que todos creimos, por fin, y con la que todos nos sentíamos partícipes de su vida se fue trasformando poco a poco en una locura de accidentes de tráfico, chico en coma, una última declaración de amor y llamadas de teléfono cargadas de angustia. Todos fuimos conscientes de que el verdadero drama provenía de la intención por su parte de matar a un fantasma que nunca existió y que esta vez había llevado demasiado lejos. Fuimos conscientes que la trama comenzó el día que alguien dijo que podían venir a comer a su casa un día de estos, y no había nadie que llevar a comer a su casa.
Tomamos una decisión, acertada pensé entonces, ahora tengo mis dudas y no sé si fue lo más correcto, o si más allá de ser acertado lo hicimos de la manera más apropiada. Fuimos a él y le hablamos, le preguntamos, le presionamos y acabamos por confesarle que sabíamos que mentía y que terminase por reconocerlo de una maldita vez. Lo hizo, pero al final, al borde del precipicio, al borde de la absurda amenaza de que si no lo hacía se quedaría solo, que dejaríamos de estar ahí para escucharle. Que irónico que fuese precisamente una mentira lo que le hizo salir de la suya propia, nunca habríamos permitido que se quedase solo.

Las lágrimas empezaron a correr por su rostro, las palabras apenas salían de su boca y tímidamente se escuchaba un "lo siento" que no debía ser para nosotros sino para sí mismo. Le abrazamos para que supiese que seguíamos ahí, que todo seguía igual ... y todo siguió igual, poque lo único que conseguimos fue que cambiase su dramática mentira por otra más light que venía a justificar a su hermana mayor.
El resultado de esta historia es que con los días, con las semanas venideras tomó un camino que le separó definitivamente de nosotros y de nuestras vidas, un camino hacía una nueva mentira que le alejase de su mayor tormento, ser quien no quería ser, ser alguien que se repudiaba a sí mismo cada vez que se sorprendía mirando a los que son como él y no a las que debía mirar con deseo.
No sé si fuimos nosotros, todos, los que tuvimos las culpa de que él tomase una decisión que vestida de hábito negro, se dedique a vertir mentiras sobre los fieles sin que estas sean cuestionadas, mentiras que vienen de boca de un hombre de Dios.

Las mentiras, pienso ahora, son mala cosa cuando están hechas a drede y con una clara intención de perjudicar a alguien. Luego hay otras, las que solo sirven para que alguien se sienta mejor consigo mismo, para que alguien ponga en su vida la emoción que no es capaz de encontrar en la realidad de cada día. Nos sentimos protagonistas de libros antológicos, de películas cargadas de mensajes ficticios que nos acercan a una realidad que consideramos más bella, o más excitante ... pero no dejan de ser sensaciones controladas por nuestra mente que nunca, o casi nunca, salen a la luz; donde otros te juzguen, donde otros te hagan ver que ese mundo solo existe en tu cabeza y que los demás no tienen porqué ser partícipes de tu fantasía.
Ahora me pregunto ¿Somos quienes para cargarnos el libro no escrito que alguien nos cuanta como propio, aún a sabiendas de que este no existe, si no le hace daño a nadie? En mayor o menor medida todos somos un poco mentirosos.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Al menos una vida



Ayer era un día como otro cualquiera, pero para ti y para mi no lo era. Hace tiempo que nos conocemos, mucho, quizá más de diez años, no lo sé, no lo recuerdo. Recuerdo tu cara de entonces, tus palabras de entonces, tu sonrisa de entonces ... pero no tengo muy claro cuando aparecieron, tendría que pensar mucho, acceder a tu recuerdo a través del recuerdo de lo que hacía con otra u otras personas, y no es así como quiero llegar hasta ti. Lo que sí que recuerdo es que hoy, hace seis años y a pesar de conocernos de antes, nos encontramos por fin.
El día que me descubrí pensando en ti quise taparme la cara con una bolsa de basura negra, tupida, como sin con la luz del día se fuese a marchar también el mundo, como si con el mundo se marchasen también mis sentimientos por ti. Desde el día que me sorprendí pensando en ti, no he dejado de hacerlo ni un solo día.

Ayer trabajamos, tú y yo. No pudieron repetirse escenas de otros años en las que me despertaba el amarillo intenso de un falso sol de papel que habías colgado del balcón, solo para mi. No pudo repetirse una mañana llena de besos y sexo, una cena cargada de conversaciones y alcohol donde acabamos confesando de nuevo lo que sentimos y ampliamos la prórroga un año más, hasta el año próximo. A pesar del trabajo, está claro que no podías dejar atrás esa maravillosa insolencia tuya de ponerme la cara a parches de colores, y cuando menos lo esperaba, me llaman para un asunto urgente que resultó ser un tipo, cansado ya de buscarme por tan enorme lugar, cargado con un precioso ramo de rosas. En ese momento quería que me tragase la tierra, luego quería que me tragase contigo dentro.

No sé el tiempo que durará esta locura de amor y besos, de anhelo, de costumbre, de risas, de pies, de caricias ... no sé lo que durará y no quiero pensarlo, pero casi sin darnos cuanta ya van seis largos y preciosos años, quien nos iba a decir.
El mundo sigue dando vueltas como loco, esa es su misión, y tú sigues poniendo mi vida al revés y sorprendiéndome cuando menos lo espero como si el tiempo no hubiese pasado. No es fácil decir para mi lo que significas en mi vida, debía bastar con decirte que no sé si sabría inventar un solo día en el que no estuvieras en ella. No me gustan los tópicos, tú lo sabes más que nadie, no me gustan los "no podría vivir sin ti", suelen ser mentira, los "no soy nada sin ti", porque ya eras alguien antes de que nada ni nadie entre en tu vida, pero si que existen los deseos, esos conviven con nosotros y son los que la mayoría de las veces nos hacen seguir adelante. Y tu, eres mi mayor deseo, el más amado, el más recóndito, el más preciado ... hoy deseo que siga siendo así, al menos una vida entera más.

lunes, 15 de octubre de 2007

Tras el puente


El puente ha pasado en un abrir y cerrar de ojos. Sueño atrasado, remoloneo en la cama, paseos, cañas con los amigos, comida basura (o rápida, o de último minuto), tequilas, sal y limón, series, películas, teatro (risas, sorpresa, magia ... me encantó), más cama. Es increible la de cosas que se pueden hacer en un par de días, la de cosas que seguro he dejado de hacer y podía haber hecho.

La últimas semanas, al despertar, se han convertido en una auténtica sorpresa, una apuesta diaria que me hago a mi misma sobre lo que me voy a encontrar al asomarme por la ventana que se esconde tras la cortina. ¿Sol o nubes? Por ahora prefiero los días nublados, si acaban derramando agua mejor. El sol, aún así, se niega a abandonarnos. Cuando sale lo hace como una herida que está curando y pica, y marea, y sudas ... en estos momentos añoro un poco de nubes y humedad donde esconderme tras sus matices grises y que el paisaje acompañe a mi mente.
El sábado me dijo un amigo que últimamente estaba muy volatil, le pregunté a qué se refería exactamente, no quiso o no supo contestarme. Pensaré acerca de ello, no me siento así pero me provoca curiosidad que usase justo ese termino.
Suponiendo que haya aplicado esa palabra en todo su sentido, o todos sus sentidos, me encontraria con:
1- Que pueda o puede volar
2- Dicho de una cosa: Que se mueve ligeramente y anda por el aire (átomos volátiles)
3- Mudable, inconstante
4- Dicho de un líquido: Que se transforma espontáneamente en vapor

Aplicando todos mis sentidos y haciendo uso de todas las posibibilidades he de decirle, si se refiere a cualquiera de estos conceptos:
1- No puedo volar físicamente, solo con la imaginación, antes lo hacía en sueños pero hace meses que no ocurre.
2- Suelo andar rápido, como si llegase tarde (a eso me han llevado las prisas y el trasiego de gente, creo que he olvidado cómo se paseaba), y en ocasiones estoy en las nubes, sí, aunque nada que ver con átomos volátiles.
3- No hago mudanza con facilidad, no digiero bien los cambios. Solo soy inconstante con aquello que no me importa, como todos, supongo.
4- Definitivamente ha de tratarse del líquido que espontaneamente se trasforma en vapor. Este sol de agosto prolongado me descompone el ánimo, lo hace añicos y tengo que adaptarlo a las nuevas circunstancias, las que me encuentro tras retirar la cortina y que el amarillo venza al gris. Me volatilizo y me dejo llevar, ya caerán mis gotas de nuevo en la cama con el frio de la noche y, de nuevo condensada, esperaré no volatilizarme en un nuevo y precioso día en que el amarillo venza al gris.

domingo, 7 de octubre de 2007

In my secret life


Que la voz medio ronca, medio aterciopelada de Leonard Cohen araña almas, quiebra corazones, no es para mi ningún secreto. A mi estado anímico al menos, le ocurre. El Cd gira para detenerse de pronto el tiempo en una canción, comienza la música y aparece su voz, y con ella ... se detiene mi mundo.
El techo azul de reflejos dorados bajo el que avanzaba mi coche se agotaba lentamente para adentrarme en una cúpula extraña de nubes grisáceas que se mezclaban con algodones rosáceos de feria infantil. Las palabras iban saliendo por su boca como susurros y su vida secreta me trasladaba a la mía, donde suelo refugiarme en sueños de papel o en cleenex de melancolía.
En mi vida secreta no hay decorado fijo, el mundo se convierte en mi Dogville particular donde empujo cajas y arrastro muebles que se transforman en verdes prados a veces, oscuros bosques nevados otras, donde llueve cuando quiero mientras tomo el sol bajo el amparo de un arco iris perfecto, donde puedo ver el sol de perfil.
En mi vida secreta no vuelves a sentirte sola, criticada, arrugada, perdida; los años se cuentan por sonrisas y los paseos por viajes inolvidables en los que disfrutas de la compañía de quien siempre amaste y que siempre le costó tanto corresponder con hechos ese amor; en mi vida secreta no hay fuegos que apagar, tampoco queda ninguno por encender, no existe la rutina porque el cambio dejó de ser una palabra que daba miedo, porque las cosas nuevas se viven con sorpresa, porque las cosas viejas se disfrutan como un buen vino añejo.
En mi vida secreta no hay sitio para las balas porque no hay sitio para el poder, no hay sitio para la hipocresia porque no hay sitio para la mentira, no hay sitio para el abuso porque no hay sitio para la subestima, para la dependencia, para cantidades de alcohol desproporcionadamente nocivas.
En mi vida secreta no existen los gritos, salvo los que son para festejar algo, no existen los golpes, salvo los que son dados en la espalda para expresar orgullo, o con un chupito de tequila en la barra de cualquier antro, no existe el dolor, salvo el que provoca en mi mandíbula el no dejar de sonreir.
No existen conversaciones pendientes con espinas clavadas en el estómago porque ya está todo hablado, no se disfraza de amor y amistad la oportunidad de no tener que hacer las cosas solo. En mi vida secreta digo las cosas que ahora callo, silencio las cosas que nunca debí haber dicho, soy valiente cuando tengo miedo y solo tengo miedo, durante unos segundos, cuando vuelvo cada día y mi vida secreta se aleja de mi. Dura lo que dura una canción, pero existe, en algún lugar, y mientras exista trataré de trasladarla algún día a este otro mundo, para que así deje de ser secreta.

sábado, 6 de octubre de 2007

Animal de costumbres


Cuando tenía 17 años, más o menos, descubrí una frase de Lennon que por la época en que la leí trastocó un poco mi mundo: "Nos pasamos la vida esperando que nos suceda algo, y lo único que pasa es la vida", o algo así. Puede que la hubiese leido antes, no lo sé, el hecho es que hasta aquel momento no tomé conciencia de lo que trataba de decir, o almenos esa serie de palabras unidas cobraron un sentido especial para mi que hizo que cambiase el chip con respecto a muchas de las cosas que me rodeaban.
A veces pienso que la vida está cargada de mensajes subliminares, como un guión en el que apenas tienes líneas, pero que está cargado de subtexto, donde puedes conseguir que el personaje pase de decir tres simples frases a convertirse en alguien fundamental para el desarrollo de la escena, solo con la pose, la intención, la mirada, los silencios ...
La vida está cargada de palabras escondidas, de llaves magistrales que se hacen más o menos visibles a nuestros ojos según el estado anímico en el que nos encontremos. Podemos escuchar las mismas cosas miles de veces, estar en miles de sitios que, de pronto, serán transcendentales para nosotros porque la llave entra al fin en la cerradura que hay en nosotros y que, quizá, permaneció cerrada durante demasiado tiempo.
Es como cuando desconoces una palabra, o una canción, o un autor; de pronto un día oyes hablar de ello y como si se abriese un nuevo mundo para ti empiezas a escucharlo por todas partes, y te preguntas: ¿Realmente siempre estuvo ahí y yo no podía verlo? ¿Cómo puede ser que desconociese algo que ahora aparece por todas partes? Quizá siempre existió aunque nunca le dimos demasiada importancia, no era nuestro momento.
A veces las horas pasan, los días pasan y no somos conscientes de ello. La noche precede al día, el día da paso a la noche, y en medio estamos nosotros, llenando nuestro tiempo con cafés, palabras, trabajo, tabaco, películas, sexo ... más tabaco. De repente nos levantamos un día y algo nos hace sentir un pequeño pellizco en la barriga, algo reconocible, algo que nos dice que algo va mal y que por más que nos empeñemos en mirar para otro lado seguirá ahí, hasta que termine por dar luz a nuestra maltrecha cabeza asomándo una leve idea de lo que va mal y nos hace sentirnos así. A veces pienso que somos los últimos en enterarnos de lo que nos está sucediendo. Descubres que algo te hace sentir huraña, antipática, melosa, nerviosa, dicharachera, eufórica y tratas de ponerlo en conocimiento de alguien, quizá, cercano a ti. Entonces, te llevas la gran sorpresa de saber que hace tiempo que habían notado que algo te venía sucediendo, unas veces con conociemiento de que era aquello que te hacía sentir así, otras, solo sospechándolo. Tú, mientras tanto, solo dejabas que pasase la vida.

Últimamente la rutina de mucha de la gente que me rodea se está tambaleando sobre un hilo muy fino a punto de romperse. Algunos ya se han roto, y luchan por saltar sobre la red de seguridad y alcanzarlo de nuevo, hay que tener cuidado, la red también puede romperse y no es bueno decir aquello de: "Esto ya no puede ir peor". Todo esto hace que piense mucho, en ellos, también en tu propia vida y que tal te va todo ahora. Hace que recuerdes aquellos momentos en que a ti te fué de una manera más o menos parecida, para tratar de entender mejor aún cómo se sienten, para intentar explicar que de los pozos oscuros también se sale, aunque hay una cosas que tú aprendiste y que no debes olvidar, que todo llega a su debido tiempo y que nadie escarmentará en cabeza ajena. Hay que hacer uso de la paciencia pues, el que habla y el que escucha.
No sé si todo esto es producto del Otoño, del cambio de sigla en la edad, de escuchar una nueva palabra y que se abra un mundo nuevo ante ti. De cualquier modo, lo único que pasa es nuestra vida, pero la vida que pasa no es tan simple como a veces nos creemos, ni tan monótona, ni tan trivial. Si así fuera, no nos daría un toque de atención de vez en cuando para que le prestásemos más atención, no la echaríamos tanto de menos cuando de pronto un día alguien, o nosotros mismos, decidimos terminar con ella, no nos jodería levantarnos un día con un pequeño pellizco en la barriga que nos hace pensar que algo va a perturvar en breve la calma-rutina que llevas por vida.
En realidad, pienso que muchas veces tenemos miedo al cambio. A no poder imaginar cómo será nuestra vida sin un factor culquiera que hasta ese momento se había constituido como centro, o pilar básico de ella. El hombre es un animal de costumbres, y como tal, le aterra todo aquello que suponga un cambio radical en su vida, aunque eso sea lo que desee, aunque sepa que podría ser más feliz con ello.