
No, lo cierto es que no tengo más vacaciones que nadie en este mundo, he tenido las normales, osea, insuficientes. Lo que si es cierto es que a la vuelta de estas he tenido que enfrentarme a uno de los submundos de mi cabeza boca abajo, a mil maneras de pensar, otras mil para sacar conclusiones y mil más para descartarlas todas ellas; un mundo que se ha llenado de música nueva y diferente para mi, que me ha dejado atrapada como un pequeño insecto en una red de araña gigantesca; el descubrimiento de series fantásticas con realidades dispares y un alto porcentaje de conflictos adictivos, y sobre todo, una mudanda cargada de cajas, polvo, escaleras por subir a falta de ascensor, pequeños viajes en coche y cierta dosis de agujetas.
Mi cabeza ha dado muchas vueltas, no demasiadas pero si las suficientes, casi sin darme cuanta he recatalogado valores y guardado en cajones escondidos seres y sentimientos que antes estaban a mano, llenos de polvo y castigados, pero siempre a mano.
El otoño vuelve una vez más con su pertinente dosis de depresión, nostalgia, melancolía y castañas. A mi aún no me ha atrapado esa sensación, no me preocupo, pronto lo hará, seguro, y disfrutaré de ella ... como todos los años.