miércoles, 24 de octubre de 2007

Un auténtico milagro



Hoy ha vuelto la lluvia. Ha vuelto sin el ruido de las últimas veces, sin los relámpagos que lo iluminan todo, los que despiertan miedos de la infancia, sin la cuenta atrás, sin el ensordecedor sonido de la tormenta. Ha vuelto callada, con tímidas gotas que se prolongan en el tiempo, con destellos húmedos que empañan los cristales y que te absorven, dejándote hipnotizada con la nariz pegada a la ventana. Hoy ha vuelto la tristeza feliz que provoca la nostalgia bien acogida, esa que reconforta como una manta tras el frío, como una taza de caldo tras un paseo invernal, esa que surge de un paisaje aderezado con las notas de una melodía maravillosa, notas que traspasan la coraza de la piel y se quedan pegadas a tu alma, o a la parte del cerebro que es capaz de rememorar instantes maravillosos, y revivirlos, y palparlos de nuevo ... esa parte que te hace entrar en una ensoñación que rompe el momento y se vuelve real, y forma parte del presente.

Descubrir a Faruk y su Árbol de la paciencia fue descubrir la sincronía entre la vibración que algunas de sus notas provocan en consonancia con ciertos sentimientos de llanto desconsolado y placentero. Leí hace un tiempo que se pensaba que determinados sonidos podían describir a Dios, que durante siglos se ha tratado de encontrar esa vibración, ese sonido que, escuchado por el oído humano, le hiciese sentir que estaba escuchando algo importante, porque su cuerpo recibiría a este como un elemento casi familiar, como una llave magistral que se abriría paso hacia el corazón del ser humano.
No creo que esto se haya conseguido, no al menos para definir el concepto universal que se tiene de Dios, pero creo que en muchas ocasiones se ha rozado la perfección que se le supone a ciertas piezas que se resbalan hacia tu interior, siendo capaces de abrir la caja de Pandora de los sentimientos dejándolos fluir. No creo que esto sea universal, al menos en todos los casos, hay vibraciones musicales que a todos nos afectan, que casi todos coincidimos en afirmar que nos hacen sentir de una manera especial. Otras veces esto no ocurre, son notas que solo afectan a unos pocos, que se siente reconocidos y conmovidos al encontrar, tras un tiempo de búsqueda y soledad, a aquellos que sintieron lo mismo la primera vez que escucharon esas notas. En cualquier caso, más allá de lo que determinada música provoque en nosotros, no deja de parecerme un auténtico milagro que ciertos sonidos entrelazados para formar música tengan la capacidad de alterar nuestro estado de ánimo, de rescatar sentimientos, no ya recuerdos, que no dejan de ser retazos de nuestra vida almacenados en alguna parte de nuestro cerebro, hablo de sentimientos vividos que nos hicieron reír, llorar, sonrojarnos, precipitarnos, hablar, escribir, componer, estudiar, soñar ... y que vuelven a invadirnos pudiendo reconocerlos, pero sin dejar de ser tan intensos como lo fueron la primera vez.

Supongo que todo esto, como casi cualquier cosa a día de hoy, tendrá una explicación científica que nos hablará de asociación de conceptos y demás, pero hoy está lloviendo, y a pesar de cualquier explicación lógica, no deja de parecerme un auténtico milagro.