martes, 10 de julio de 2007

La fragilidad del proceso creativo


A veces ocurre que me siento tras el teclado sin tener muy claro que es lo que quiero contar. Poco a poco, los dedos se ponen a teclear algo y se produce una extraña conexión entre neuronas que transmiten la cantidad de electricidad suficiente como para crear una idea. Este proceso, más allá de estar sentada ante un teclado o no, supongo que nos ocurre más o menos a todos cuando queremos hacer algo, aunque no tengamos demasiado claro qué es eso que queremos hacer: Miras la caja, las baldas de madera esparcidas por la habitación, de nuevo la caja... pones tus brazos en jarras y decides empezar a coger esos trozos de madera que hay en el suelo, los unes sin tener muy claro qué hacer con ellos y de pronto... Chass! Todo encaja perfectamente, y del desorden de maderas que había en el suelo surge un precioso baúl de Ikea.
Soy consciente de que se trata de una manera muy superficial de hablar del proceso creativo, lo que ocurre es que no es dicho proceso, en realidad, lo que me llama la atención, sino porqué sin una idea predeterminada acabamos creando ciertas cosas y qué hace que unos resultados sean más buenos que otros.
En el caso del baúl de Ikea no deberíamos tener problemas, el auténtico creador es el que inventó el diseño, nosotros solo encajamos sus piezas de manera más o menos hábil para dar forma a su idea. Lo realmente grandioso es cuando nos enfrentamos a nuestras propias ideas, intentando ser capaces de crear algo; un poema, una película, un cuadro, el boceto de nuestra futura casa... algo original, algo que sale de la nada estrecha de nuestra mente y se convierte en algo que puede llegar a ser capaz de traspasar la mente de los demás, algo que es inventado a la vez que se piensa, que agita nuestra mente, haciéndola rendir por encima de la palabras, llevándola hasta el límite de la imaginación, para luego cruzarlo y traerlo a este mundo, de vuelta, con la forma que más se adapte a nuestra mejor manera de expresarnos.
Por más que puedo pensar en ello no deja de sorprenderme ese diminuto y mágico proceso. ¿Cómo es posible? ¿Como la humanidad lleva siglos expresando cosas que nos cautivan y nos parecen fascinantes siendo, muchas de estas, objeto de una enajenación transitoria mediante la cual alguien se dejó llevar, sin saber por qué, y solo creo? ¿Cómo es posible que en ocasiones, de la aparente nada que invade nuestras cabezas de humanos broten, como semillas de otoño, cosas que son pensadas después de ser creadas y plasmadas?
Supongo que ese movimiento autómata de crear algo cuando no había nada, ni siquiera en tu cabeza, es tener un don; supongo que si además ese algo vale la pena, eso es inspiración.