martes, 31 de julio de 2007

Me voy de vacaciones!!!



Está tarde por fin tendré las ansiadas vacaciones que tanto soñaba, estaré mínimo una semana fuera de casa así que tendré que aparcar el blog por unos días. En los últimos días no he escrito demasiado, se debe a muchas cosas. Por un lado la preparación de las vacaciones, creerme si os digo que hasta última hora esperaba la oferta de mi vida, que me hiciese cambiar los planes que tenía y me mandase en plan chollo por muy poco dinero a un lugar exótico y lejano, pero la experiencia me ha enseñado que las ofertas que tanto anuncian de "último minuto" no existen, para mi almenos han alcanzado la categoría de leyenda urbana. Te metes en las webs, te dicen un precio llamativo y cuando pinchas en el botón de reserva Chasss!!! Los precios se multiplican y la super oferta te sale al mismo precio que los que tienen el viaje reservado desde Enero, o si me apuras, más caro.


En fin, que me iré a mi siempre fiel alternativa donde me esperan unos días de reflexión y meditación absoluta aderezados con ratos de conversación, comida, ron añejo y muchos libros.


El otro motivo por el que no he sido demasiado fiel al blog últimamente ha sido por "culpa" de A dos metros bajo tierra. Al fin me he visto las 5 temporadas completas, el final me dejó ... con las patas colgando, literalmente, realmente vale la pena ver esta, para mi maravillosa serie, por los 6:35 minutos finales. Por supuesto no los voy a colgar aquí porque jodería el final a muchos o la curiosidad no saciada arañaría demasiados estómagos, pero dejaré una canción que tiene mucho que ver con lo que cuento y que desde que la escuché ... no sé.


Me despido como en las pelis malas ... Volveré!

jueves, 26 de julio de 2007

El odio


Es difícil, según el estado de ánimo en el que te encuentres y el nivel de ira que infecte tu sangre, saber si realmente odias algo o no. La mayoría de la gente, en un estado reposado y de calma, donde el odio solo es una palabra a debatir dentro de una conversación interesante concluye diciendo:

- Hombre, yo odiar, no odio a nadie. Me puede caer más o menos mal, pero odiar ... esa palabra es muy fuerte.

Sin embargo, no son pocas las ocasiones en que la misma persona que afirmaba esto, casi con un halo angelical en su rostro, tal día en una terraza cualquiera, con la copa en la mano, nos sorprende al cabo de los días, meses o , tal vez años, diciendo:

-Es que no le soporto, no puedo más, no-puedo-máss!! Le odio, le odio con todo mi corazón. Ojalá que se muera... -En este momento se produce una pausa meditada, lo de desear que alguien se muera supera con creces a lo de odiar a alguien, ¿Qué van a pensar de alguien que desea la muerte de otro?- ...bueno, eso no. Pero que sepa el daño que me ha hecho, subnormal!!


Odio, según el diccionario de la RAE, antipatía o aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea. Es decir, no solo se trata de que alguien te caiga mal o una cosa te saque de quicio. Se trata de todo eso y mucho más, se trata de desear a su vez que a la persona en cuestión no le ocurra nada agradable, que es casi lo mismo que decir que le ocurran cosas desagradables, no nos engañemos; se trata de desear que aquella cosa que detestas se vaya al garete: esa empresa, a la bancarrota; ese edificio, a tomar por el culo...

Dándole vueltas a la reacción que provoca en la gente la palabra odio, he comprobado que es más fácil para todos usarlo con respecto a cosas y no con respecto a personas. Es como si reconocer lejos del estado de locura transitoria que te da el cabreo que odias a alguien fuese como reconocer que eres una mala persona. Sin embargo, no tenemos ningún problema a la hora de decir las cosas que odiamos: Odio las vacaciones, odio el trabajo, odio el brécol, odio la carne, odio el cocido de tu madre ... Si volvemos a echar un vistazo al significado que la RAE propone para el término "odiar", nos encontraríamos con que la gente (entre la que por supuesto me incluyo) que usamos este tipo de expresiones en realidad estamos diciendo:

-Odio el cocido de tu madre, bueno, no solo es que lo detesto y que no me gusta, es que además deseo su mal, deseo con todas mis fuerzas que un rayo caiga en este momento y lo fulmine, salpicándo la cabeza de tu madre (eso sí, sin hacerle daño) y provocándo que olvide instantáneamente cómo se hace el cocido y como consecuencia no lo ponga más.


No dudo que haya gente que mientras mueve el plato simulando que deja que se enfríe piense eso, pero la mayoría solo quiere decir que no le gusta, nada, y punto. Por esto me planteo que, quizá detrás de esa tolerancia que existe hacia hablar de las cosas, que no las personas, que odiamos, en realidad se oculta un sentimiento mayor, camuflado entre las palabras para no ser detectado por la conciencia moral de sociabilidad y aceptación, un sentimiento de odio hacia determinadas personas amparado en odio a las cosas que les rodean. Por ejemplo:

- Odio el cocido de tu madre

Puede que signifique eso, simplemente que no le gusta nada o que en realidad estén diciendo,

-Odio a tu madre

Que a falta de la palabra cocido, cambia mucho la película.


En cualquier caso hoy estaba pensando en las cosas que yo odio, y en las veces que he dicho, pocas, todo sea dicho, pero algunas han caído, que yo odiaba a alguien. Con respecto a la personas he de decir que el odio ha pasado por mi vida como una estrella fugaz. En un momento determinado he pensado o dicho "Odio a tal", y la ira y repugnancia que llevaba dentro ha reventado en mi boca con esa frase, que luego ha quedado en el pasado, y con ella el sentimiento de odio. Pero, he de reconocer que mientras lo he dicho, lo he sentido, tal y como la RAE afirma, supongo que aflorando durante unos segundos la rabia animal de nuestros ancestros.

Con respecto a lo de odiar cosas, esas sí que las odio cada día, porque no cambian, porque no son como un hecho que te hizo odiar a alguien y que se quedó en el pasado, sino que duran cada día y ahí siguen paradas, para que el sentimiento no cambie.

Odio tener miedo (cuando lo tengo), odio que no me escuchen (porque yo siempre me callo para escuchar lo que los demás me cuentan, aunque sea una chorrada), odio que juzguen a una persona por aspectos casuales, o causales me da igual, que nadan tienen que ver con la personalidad ( como el color de la piel, el sexo, la altura, las manchas en la piel o las pecas de la cara...), odio los libros que te dicen cómo debes salir de los problemas o cómo vivir tu vida para ser más feliz (¿Según quién?), odio las verdades absolutas.

Desgraciadamente, detrás de muchos de esos odios hay cabezas que los piensan y los llevan a cabo, y estas, no son de cosas sino de personas.

martes, 24 de julio de 2007

Premio!!! Thinking Blogger Award


Me he llevado una auténtica sorpresa al pasar revista por uno de mis "habituales", el blog y la cama sin hacer, y encontrarme que este, que había sido premiado con un Thinking Blogger Award, a su vez ha elegido este blog como uno de los que, a su vez, a él más le hacen pensar, que es el objetivo del premio. Mi sorpresa no tiene nada que ver con la alegría del "galardón" sino con el hecho de que haya venido de alguien que yo a su vez, si hubiese tenido esa improbable posibilidad, hubiese premiado. Esta vez el amor es mutuo, jeje.

Ahora, como premiada por un premiado, he de dar el galardón a 5 blogs que a su vez me hagan pensar a mi. Muchos de los que se me ocurren ya están premiados, y los que no lo están ... son demasiados. Aún así, intentaré escoger a 5, y solo 5, que son los que aquí os dejo:

Acuarelacool, porque me gusta las cosas que cuenta.


A sueldo de Moscú, porque no se calla ni una.


Mala Mujer, porque me encanta bucear entre sus diálogos.


No me jodas que me crispo, porque mientras siga crispándose de esa manera seguiremos riéndonos con su manera de hablar de la actualidad que nos rodea.


El Aviaducto, porque a pesar de que hace tiempo que no escribe, fue el primer blog que leí, por casualidad, y el que hizo que poco a poco descubriera este mundo, ajeno a mi hasta entonces, y quisiera formar parte de él. Porque habla/ba de todo un poco, y con un trasfondo cómico que hacía más digerible la realidad que estaba asaltando.

Con respecto a las normas del galardón, son tres, y son las siguientes:

1. Si, y solo si, alguien te da el premio escribe un post con los 5 blogs que te hacen pensar.

2. Enlaza el post original para que la gente pueda encontrar el origen del premio.

3. Opcional, enseña el botón del premio enlazando el post que has escrito dando tu premio. Hay una versión del botón en plateado si el dorado no conjunta por las cuestiones estéticas de tu blog.

viernes, 20 de julio de 2007

El síndrome de Sthendal



El síndrome de Sthendal es una enfermedad ( a mi no me gusta llamarla así ya que tengo asociado a enfermedad un proceso más doloroso, duradero… casi crónico; preferiría llamarlo… síndrome, bueno así ya se llama, o quizá proceso. Eso es proceso) psicosomática con unos síntomas muy característicos: Aumento del ritmo cardiaco, vértigo, confusión e incluso en ocasiones alucinaciones, que se produce ante la visión de una obra de arte de una belleza suprema, ya sean obras pictóricas, esculturales, arquitectónicas…
Este fenómeno es conocido así ya que lo sufrió el propio Sthendal en una visita a Florencia, cuando pudo contemplar con sus propios ojos la belleza de La Basílica de Santa Cruz, aunque no es conocido como síndrome hasta 1979, cuando la psiquiatra italiana Graziella Magherini descubrió que se habían producido casos similares en turistas que contemplaban las diversas fuentes de belleza florentinas.
Yo no soy consciente de haber sido sacudida alguna vez por tan romántico síndrome, ya que soy bastante dada a quedarme horas embelesada contemplando la belleza de los sitios que visito. Aún cuando no esté de visita en ningún sitio singular, mi cabeza suele perderse entre las mesas de la terraza en la que me encuentro sentada, enfrascada en alguna conversación con los amigos. De pronto, mis labios callan concediéndoles una tregua a las otras bocas, ávidas de conversación, y mis ojos pululan por entre las gentes, las copas de vino vacías y los balcones oxidados que nos rodean, comenzando un baile de embelesamiento y calma que me hace querer participar de todo lo que está a mi alrededor y curiosear entre la sonrisa del guaperas de la mesa de al lado y el movimiento de manos agitado y mareante de la camarera del bar. Así que, a pesar de que me considero bastante fácil en cuanto a quedarme atrapada en los momentos y perder la perspectiva del tiempo observando según que cosas, no creo que haya sido víctima de tal síndrome por el momento, cosa que he de reconocer que me encantaría que ocurriera. La sensación más parecida a este la viví este invierno en una excursión de fin de semana donde íbamos dispuestos a conocer todo lo que Toledo fuera capaz de ofrecernos. Paseando por su catedral y prestando atención a esto y aquello de pronto me sorprendí levantando la mirada y contemplando, con el sol de invierno en pleno apogeo de luz y todo lo alto que las nubes le permitieron asomarse, en todo su esplendor, El Transparente de dicha catedral. Recuerdo que me sorprendió, y hasta llegó a costarme contener las lágrimas, la magia con que la luz lo envolvía todo haciéndome creer por un momento que levitaría y sería absorbida por el agujero que se abría en el techo y que representaba “la puerta al cielo”, tras la cual se supone que se encontraba el trono de Dios. Por supuesto, una agnóstica reconocida como yo, no se deja llevar por trucos de magia imaginativos que me hagan dudar de mi razonada, durante años, postura. Pero sí que me dejó atrapada durante unos segundos la sorpresa de su belleza y lo simbólico de su significado, que para los seguidores de la fe de siglos anteriores debió ser un auténtico shock, una increíble autopista hacia el cielo que quedaba, a pesar de estar a la vista de todos, demasiado lejos de sus pies.
El fenómeno antes descrito, sin serlo, es lo más cerca que había estado del Síndrome de Sthendal, y a la espera de que este me sorprendiera el día que, como él, haga mi deseada visita a Florencia. Pero la vida es un campo de minas plagado de sorpresas. Hace una par de días estuve con unos amigos argentinos de visita en Córdoba donde, a pesar de sus más de cuarenta grados a la sombra, estaba dispuesta a enseñarles todo lo que esa maravillosa ciudad guarda en sí y que a mi me había enamorado desde la primera vez que la vi. El paseo estaba resultando como yo esperaba: bocas abiertas, muchas fotos, sudor congelado por las maravillosas calles de la judería… Fue entonces cuando, después de beber de la refrescante agua de la fuente del patio de los naranjos, justo frente a la Puerta del Perdón, nos dispusimos a entrar en la Mezquita, que por más que el Obispado y el mismísimo Papa se empeñen en llamarla la Santa Madre Iglesia Catedral, para mi siempre será La Mezquita. Y de la manera más tonta, como no podía ser de otra manera sino observando y viéndolo en carnes ajenas, llegó el famoso Síndrome de Sthendal a visitar a Gloria, mi afortunada amiga argentina. De pronto, entró a La Mezquita casi más pendiente de guardar la entrada en el bolso que de lo que se habría a su paso, levantó la mirada… y se la encontró. Diáfana, mágica, engalanada con arcos unos tras otros que la vista no acierta a saber si cuelgan del techo o salen de la mismísima tierra pues, son tantos y tan bien dispuestos, que la vista se pierde entre ellos y da vértigo solo el querer abarcarlos todos.
Sus manos tapaban su boca, abierta sin duda tras los dedos, las lágrimas caían de sus ojos y respirar, más que un acto involuntario, se convirtió en una ardua tarea en la que debía concentrarse para no caer desmayada. La energía de siglos de belleza y palabras susurradas, cayeron sobre sus hombros doblando sus rodillas y buscando a cada paso un nuevo sitio donde sentarse.
No sé si fue el espíritu de Sthendal o su propio síndrome lo que le visitó aquel día, pero ella disfrutó de su mal como quien quema adrenalina a destajo y no soporta ya las cosquillas en su barriga. Ella disfruto de una belleza cargada de siglos e historias y con ella nos hizo disfrutar a todos. Ya he visto lo que se siente y me pareció maravilloso, ahora espero sentirlo yo… un día de estos.

martes, 17 de julio de 2007

Ojos que no ven


Ayer hizo uno de esos días asfixiantes, uno de esos de calor húmedo y empalagoso que se pega a tu piel y te hace tener continuamente la sensación de ser una escultura barnizada que espera secar su última capa en cualquier momento.
Ayer, mientras intentaba buscar aparcamiento, no paraba de pasar gente por delante y por detrás de mí, con sus colchonetas hinchables, sus toallas de spiderman, las raquetas playeras y un sinfín de objetos de los denominados “domingueros”.
Ayer, cuando conseguí por fin aparcar el coche y llegué a casa, dediqué lo que quedaba de mañana a leer algunos blogs y a depilarme las piernas con la Epilady, que ya empezaban a asomar algunos pelillos más de la cuanta y más vale atacarles cuando aún son pequeños e indefensos que cuando se convierten en un ejercito de tipos larguiruchos y fibrosos dispuestos a entablar batalla con cualquier motorcillo que los amenace.
Ayer, cuando por al fin me duché y me senté a comer viendo la tele, me encontré con un telediario lleno de cadáveres, con una nueva masacre en Irak, con hijos destruidos y envueltos en sangre, con madres que se pegaban en la cara cegadas por el dolor, la ira y la impotencia. La gente corría desesperada, portando cadáveres y heridos amputados mientras el caos reinaba en forma de humo y fuego, las ambulancias no daban abasto a recoger malheridos y los hospitales no encontraban hueco, ni médicos, ni quirófanos, ni palabras para describir lo que allí se vive un día sí y otro también.
Ayer, me bastó con pulsar una sola tecla de mi mando a distancia, ya casi roto y con las pilas sueltas, para que el horror desapareciese ante mis ojos, para poder comerme el filete de pollo tranquila, para poner las piernas sobre la mesa y ponerme a leer un rato antes de echarme la siesta.
Mientras, el mundo sigue girando, y a cada vuelta siguen ocurriendo cosas que a cada individuo le parecen más o menos importantes, más o menos relevantes. Las parejas se dejan y se reconcilian, las palomas se cagan en tu coche recién lavado, la cajera de cualquier supermercado no tiene claro si le renovarán el contrato y no le salen las cuantas para la hipoteca.
Ayer, antes de dormir y caer rendida en los brazos de Morfeo, repasé las cosas que había vivido durante el día. Entonces, me dormí susurrando una frase que mi madre me enseñó cuando era pequeña y que he querido aplicar en algún que otro fracaso amoroso: Ojos que no ven, corazón que no siente.

lunes, 16 de julio de 2007

Agua


Londres es conocida por casi todos como la ciudad de la niebla, en realidad esta ya no existe, no al menos como existía antes, aunque todos seguimos reconociéndola por ese sobrenombre. En realidad la niebla, aunque presente en épocas anteriores, pasó a ser un sello característico de esta ciudad en la época victoriana, donde el propio clima de Londres unido al humo de miles de chimeneas en mal estado, crearon un manto de humo espeso que cubría la ciudad, donde acechaban asesinos insaciables como Jack el destripador. Lo cierto es que Londres ya no es esa ciudad espesa y casi blanca que Connan Doyle nos muestra en las aventuras del Sr. Holmes, o Stevenson con su Dr. Yekill & Mr. Hyde. Por supuesto, como todas las grandes ciudades, sigue siendo una ciudad contaminada pero a causa de otros elementos donde no interviene de manera tan patente la quema de carbón mineral y dejando un paisaje mucho más despejado, que no quiere decir más respirable, no nos engañemos.
Lo que sí que tiene Londres, y esto no ha cambiado con los avances industriales, de momento, es esa lluvia que viene sin avisar, ese aguacero que cae, de pronto, sin hacer ruido y que logra calarte hasta los huesos si previamente no has imitado a los habitantes autóctonos que siempre van con un paraguas bajo el brazo o un chubasquero doblado en el bolso o el maletín de ejecutivo en cualquier época del año. Poco importa que sea Otoño o verano, invierno o primavera, la lluvia hace acto de presencia lavando la cara de todo lo que encuentra a su paso. Recuerdo un día de una excursión no programada, surgió así, de la noche a la mañana. Encontramos unos fotos en una guía donde más allá de las típicas visitas londinenses (Big Ben, Tower Bridge …) nos llamó la atención un precioso templo hindú, el Shri Swaminarayan Mandir, situado al noroeste de Londres. La idea era ver el templo por la mañana, comer en cualquier pub de la zona y terminar viendo un palacete de estilo renacentista que estaba cerca del templo, aunque el concepto lejos-cerca queda claramente alterado cuando hablamos de una ciudad como Londres. El hecho es que aquella mañana de abril el cielo estaba totalmente despejado, el sol lucía e incluso te permitía la tregua de poder quitarte la chaqueta por la calle y llevarla colgada al hombro como si de una mochila se tratase. Después de que las cosas fueran saliendo tal y como las habíamos planeado la noche anterior nos dirigimos a contemplar los maravillosos jardines que rodeaban el palacete renacentista, con diferencia mucho más hermosos que este, algo decepcionante, sobretodo si tenemos en cuenta que nos tuvimos que conformar con disfrutarlo desde fuera, ya que nos habíamos metido “si saberlo” en una zona privada. De pronto, y sin permiso del sol que minutos antes había dominado durante horas el día, sin saber por dónde vinieron las nubes o en qué preciso instante cambió el cielo de color, un inmenso y chorreante aguacero nos sorprendió dando nuestro gozoso paseo entre árboles y puentes de madera, entre verde hierva y trozos de ramas que crujían a nuestro paso. Las chaquetas, impermeables en su mayoría, no daban abasto a dejar que el agua pasase de largo sobre ellas, evitando así que la tela, sedienta de llevar horas colgada en nuestros hombros, bajo el sol, bebiese de ella y poco a poco nos invadiera ese frío húmedo que nos hace pensar que nos hemos calado hasta los huesos, que el agua ya a traspasado nuestra alma, que está a punto de helarnos el corazón.
Como la lluvia de Londres, como esa inexplicable e impertinente manera de hacer acto de presencia en nuestras vidas, llega en ocasiones la tristeza, la desidia, la melancolía, la torpeza, la impotencia a nuestras vidas. Calándonos hasta los huesos, helando nuestro corazón, transformando nuestra mente en un Londres de libros y películas oscuras llenas de niebla donde ya no somos capaces de ver quien nos habla al otro lado. En ocasiones hay un motivo, existían unas nubes a lo lejos que nos decían que en cualquier momento tendríamos que mojarnos, otras, sin embargo, vienen sin avisar y no acertamos a comprender el motivo de ese estado anímico, de una manera u otra, nos vamos a mojar. Pasaremos frío, las gotas resbalarán por nuestra cara como lágrimas insaciantes y la mente estará tan ocupada por ordenarte correr para ponerte a salvo que olvidará la manera de disfrutar bailando bajo la lluvia. Es cierto, de todas maneras te vas a mojar, lo que hemos de preguntarnos a nosotros mismos es qué nos lleva una y otra vez a esas circunstancias cuando ya sabemos qué nos ocurre y seguimos negándonoslo. A todos nos ha caído una tormenta inesperada, todos nos hemos levantado tristes alguna vez sin saber el motivo, sin saber qué nos hace sentirnos así; quizá dura unas horas, un día nefasto, una conversación desagradable. Pero, cuando la lluvia lleva mojando tu cara demasiado tiempo, es absurdo seguir parado, bajo un árbol, esperando que el agua que cae sobre ti no te moje, porque lo está haciendo aunque mires para otro lado, porque hasta que no tomes la decisión de sincerarte contigo, y abrir tu paraguas, seguirás mojándote, seguirás pasando frío.

martes, 10 de julio de 2007

La fragilidad del proceso creativo


A veces ocurre que me siento tras el teclado sin tener muy claro que es lo que quiero contar. Poco a poco, los dedos se ponen a teclear algo y se produce una extraña conexión entre neuronas que transmiten la cantidad de electricidad suficiente como para crear una idea. Este proceso, más allá de estar sentada ante un teclado o no, supongo que nos ocurre más o menos a todos cuando queremos hacer algo, aunque no tengamos demasiado claro qué es eso que queremos hacer: Miras la caja, las baldas de madera esparcidas por la habitación, de nuevo la caja... pones tus brazos en jarras y decides empezar a coger esos trozos de madera que hay en el suelo, los unes sin tener muy claro qué hacer con ellos y de pronto... Chass! Todo encaja perfectamente, y del desorden de maderas que había en el suelo surge un precioso baúl de Ikea.
Soy consciente de que se trata de una manera muy superficial de hablar del proceso creativo, lo que ocurre es que no es dicho proceso, en realidad, lo que me llama la atención, sino porqué sin una idea predeterminada acabamos creando ciertas cosas y qué hace que unos resultados sean más buenos que otros.
En el caso del baúl de Ikea no deberíamos tener problemas, el auténtico creador es el que inventó el diseño, nosotros solo encajamos sus piezas de manera más o menos hábil para dar forma a su idea. Lo realmente grandioso es cuando nos enfrentamos a nuestras propias ideas, intentando ser capaces de crear algo; un poema, una película, un cuadro, el boceto de nuestra futura casa... algo original, algo que sale de la nada estrecha de nuestra mente y se convierte en algo que puede llegar a ser capaz de traspasar la mente de los demás, algo que es inventado a la vez que se piensa, que agita nuestra mente, haciéndola rendir por encima de la palabras, llevándola hasta el límite de la imaginación, para luego cruzarlo y traerlo a este mundo, de vuelta, con la forma que más se adapte a nuestra mejor manera de expresarnos.
Por más que puedo pensar en ello no deja de sorprenderme ese diminuto y mágico proceso. ¿Cómo es posible? ¿Como la humanidad lleva siglos expresando cosas que nos cautivan y nos parecen fascinantes siendo, muchas de estas, objeto de una enajenación transitoria mediante la cual alguien se dejó llevar, sin saber por qué, y solo creo? ¿Cómo es posible que en ocasiones, de la aparente nada que invade nuestras cabezas de humanos broten, como semillas de otoño, cosas que son pensadas después de ser creadas y plasmadas?
Supongo que ese movimiento autómata de crear algo cuando no había nada, ni siquiera en tu cabeza, es tener un don; supongo que si además ese algo vale la pena, eso es inspiración.

miércoles, 4 de julio de 2007

Heroinas Anónimas


Era el día de San Juan, esperaba sentada en el parking que el resto de la logia comprase las últimas cosas para una velada de fuego, queimadas y hechizos. Un coche aparcó junto al mío, en el había cuatro personas, tres mujeres y un hombre. Pude comprobar a base de observarlos que eran de la misma familia. Delante, conduciendo, una mujer de unos 45 años, era la madre del copiloto, una chica de unos 16 o 17 años con Síndrome de Down. En el asiento de atrás los padres de la conductora, abuelos de la chica de 17.


Hasta aquí, todo normal, sin embargo hubo algo que llamó mi atención:

Bajó primero 45 (llamémosla así) seguida de 17. Esta, cerraba la puerta y se colgaba un pequeño bolsito en el hombro mientras 45 procedió a sacar del coche a su madre - Venga mamá, despacio cariño, agarrate a mis hombros - La madre, no sin cierta dificultad salió del vehículo.

45: - Eso es mamá, agarrate aquí - dijo señalándole el techo del coche una vez fuera - Cariño -refiriéndose a 17 - coge a la abuela que voy a sacar al abuelito del coche.

17 cogio cariñosamente a su abuela por el brazo y comenzaron a caminar, poco a poco. 45 dió la vuelta al coche para ayudar a salir a su padre:

- Vamos papá, despacio, saca un pie ... muy bien, ahora el otro, eso es ... ¿Qué es esto papá? Te has manchado el pantalón, vaya, no me he dado cuenta - se ayuda con la uña e intenta despegar del pantalón una pequeña mancha blanca, apenas se ve, la tiene en el bajo del pantalón - Bueno, ya casi no se nota, venga papá, vamos a levantarnos, una, dos y ... (tresss), eso es. Toma tu bastón - el buelo toma su bastón y comienza a caminar con ayuda de este - Cariño, déjame a la abuela, ya la ayudo yo.


La pequeña 17 vió a su padre de lejos que las esperaba en la puerta del Super, dijo -Mira, papá ha llegado - y corrió tras él. Juntos, unos apollados en los otros, entraron a comprar.


Esto no es ninguna historia novelada, o un anuncio del foro de la familia. Es algo real que vi con mis propios ojos. No hubo voces, no hubo suspiros, ni malos modos, ni reproches ... solo fuí capaz de ver en 45, a pesar del trabajo, de las "cargas", de la responsabilidad; solo logré ver amor y comprensión.

Quizá si observase un poco más que el pequeño resquicio que aquel día me enseñó sus vidas, encuentre grietas y dolor, pero ese día no los ví, y a mi me enseñó una gran lección.

lunes, 2 de julio de 2007

El regalo

He pasado unos días de stress absoluto, mi hermana pequeña se casaba y entre unas cosas y otras he tenido el blog un poco abandonado. En su boda, por lo civil, como Dios manda (jaja) le escribí unas palabras como regalo ... de alguna forma quería decirles, a ella y mi cuñado lo que significan para mi, aquí quedan:

Miles de palabras han sido borradas, decenas de intentos abandonados, ideas que venían y se iban, que destruía y volvía a construir una y otra vez en mi cabeza, buscando la forma de expresar algo tan difícil como un pensamiento. No podéis imaginar lo difícil que ha sido, y es ahora para mi deciros estas palabras.
No es la primera vez que hago este tipo de cosas, supongo que tampoco será la última, pero sí que es la primera vez que me siento desbordada por los recuerdos y los sentimientos, tantos, que no sé escribirlos, no sé cómo expresarlos, no encuentro las palabras para este día, ni para este momento. No hallo la manera de daros mi más intensa emoción en forma de letras, que unidas serán palabras, leídas debieran ser un acto de amor mío hacia vosotros.
Lo primero que he tenido que hacer es saber dónde estoy y que quería deciros. Ahora que estoy delante vuestra, me doy cuenta que realmente estoy en vuestra boda. Pero, al miraos, me consta que está boda es algo más que una ceremonia protocolaria y un fin de fiesta lleno de invitados. Esta boda, es algo más que un vestido guardado con celo para que no lo vea el novio, algo más que los nervios esperando ante la puerta. Esta boda, estará llena de felicitaciones y arroz, vuestros padres pasarán las horas debatiéndose entre la sonrisa y el llanto, habrá parejas que se unirán y personas que quizá sea la última vez que se vean… pero a mi me consta que se trata de algo más que todo eso.
Es cierto que existe todo eso, pero también existe mucho más, y yo no sé si seré capaz de encontrarlo, y si lo hallo, como me gustaría poder contároslo.
Contarlo, sí, pero no a la gente, que también escucha, no a la persona de ley, que por ley, os casará. Contarlo, sí, pero no a las paredes de este Ayuntamiento que tantas cosas ha guardado para sí, ni al aire, para que así me deje seguir respirándolo.
Contarlo, sí, pero a vosotros, Raquel y Fran, y si el resto de oídos ajenos quieren escuchar, que lo hagan, pero es a vuestro corazón donde quiero que lleguen mis palabras, porque solo en vuestro corazón habitan los recuerdos y sentimientos que hoy os han traído hasta aquí.
Sentimientos y recuerdos, y digo bien, porque estos son algo más que la culminación lógica a algo que empezó, justo hoy, hace seis años. Algo más que una excusa para, por fin, poder vivir juntos en esa preciosa casita que poco a poco habéis hecho vuestra.
Lo que os ha traído hasta aquí, y vosotros lo sabéis bien, son miles, millones de pequeños recuerdos que unidos forman vuestra historia. Una historia llena de viajes en moto de casa de Sonia a mi casa, para que mi hermana pudiese hablar conmigo por teléfono, no sé si lo sabías Fran, pero ahí empezó todo. Una historia llena de mensajes de amor cada noche, antes de dormir. Una historia llena de añoranza desde sitios distintos, de cómplices palabras. Una historia llena de escucha, de comprensión e incomprensión, de largas esperas tras la salida del trabajo. Una historia donde Fran se convirtió en el protagonista del libro que mi hermana quería vivir, en el señor Darcy de su propia novela; una historia donde mi hermana rompió complejos y dudas del niño tímido que era Fran y le hizo sentir el hombre fuerte que hoy es capaz de amarla.
Pero como os dije antes, este trámite no debe ser el final feliz de todo esto, sino el punto y seguido a algo más hermoso aún. Os vendrán días felices, pero seguro que también lo harán llenos de lágrimas. Días en que lo más preciado que tendréis, será teneros el uno al otro, y ese es el cómplice mensaje que os daréis.
Hay una frase que todo el mundo asocia a las bodas: “… que debéis amaros y respetaros todos los días de vuestra vida, hasta que la muerte os separe” … eso en realidad, solo existe en los libros, como manchas de tinta que ensucian un papel. Yo, lo cambiaría gustosa por una página en blanco, donde vosotros escribáis vuestra propia historia, y lo que esperáis de ella, yo lo cambiaría por un “Amaos mientras así lo sintáis, respetaros siempre. No dejéis de escucharos el uno al otro, porque ahí está la clave para comprender con quien compartes tu vida y porqué quieres seguir haciéndolo. Las cosas buenas vividlas intensamente, y para las malas, usad vuestros cuerpos, abrazados el uno al otro, como una coraza. Para que ni el frío de La Soledad, ni la tempestad de las dudas, ni el huracán de los celos, las envidias o los malentendidos rompan la calma que sentís, estando solos, el uno junto al otro, en completo silencio”
Pocas palabras asoman ya a mi mente, no sé si habré encontrado la fórmula para deciros lo que quería o que hayáis comprendido lo que os he dicho, por si algo de esto hubiese ocurrido siempre puedo recurrir a estas nueve palabras mágicas que son las que intento expresaros desde un principio:

“Os amo, con toda mi alma. Sed muy felices”


Siempre estareis en mi corazón.