jueves, 26 de julio de 2007

El odio


Es difícil, según el estado de ánimo en el que te encuentres y el nivel de ira que infecte tu sangre, saber si realmente odias algo o no. La mayoría de la gente, en un estado reposado y de calma, donde el odio solo es una palabra a debatir dentro de una conversación interesante concluye diciendo:

- Hombre, yo odiar, no odio a nadie. Me puede caer más o menos mal, pero odiar ... esa palabra es muy fuerte.

Sin embargo, no son pocas las ocasiones en que la misma persona que afirmaba esto, casi con un halo angelical en su rostro, tal día en una terraza cualquiera, con la copa en la mano, nos sorprende al cabo de los días, meses o , tal vez años, diciendo:

-Es que no le soporto, no puedo más, no-puedo-máss!! Le odio, le odio con todo mi corazón. Ojalá que se muera... -En este momento se produce una pausa meditada, lo de desear que alguien se muera supera con creces a lo de odiar a alguien, ¿Qué van a pensar de alguien que desea la muerte de otro?- ...bueno, eso no. Pero que sepa el daño que me ha hecho, subnormal!!


Odio, según el diccionario de la RAE, antipatía o aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea. Es decir, no solo se trata de que alguien te caiga mal o una cosa te saque de quicio. Se trata de todo eso y mucho más, se trata de desear a su vez que a la persona en cuestión no le ocurra nada agradable, que es casi lo mismo que decir que le ocurran cosas desagradables, no nos engañemos; se trata de desear que aquella cosa que detestas se vaya al garete: esa empresa, a la bancarrota; ese edificio, a tomar por el culo...

Dándole vueltas a la reacción que provoca en la gente la palabra odio, he comprobado que es más fácil para todos usarlo con respecto a cosas y no con respecto a personas. Es como si reconocer lejos del estado de locura transitoria que te da el cabreo que odias a alguien fuese como reconocer que eres una mala persona. Sin embargo, no tenemos ningún problema a la hora de decir las cosas que odiamos: Odio las vacaciones, odio el trabajo, odio el brécol, odio la carne, odio el cocido de tu madre ... Si volvemos a echar un vistazo al significado que la RAE propone para el término "odiar", nos encontraríamos con que la gente (entre la que por supuesto me incluyo) que usamos este tipo de expresiones en realidad estamos diciendo:

-Odio el cocido de tu madre, bueno, no solo es que lo detesto y que no me gusta, es que además deseo su mal, deseo con todas mis fuerzas que un rayo caiga en este momento y lo fulmine, salpicándo la cabeza de tu madre (eso sí, sin hacerle daño) y provocándo que olvide instantáneamente cómo se hace el cocido y como consecuencia no lo ponga más.


No dudo que haya gente que mientras mueve el plato simulando que deja que se enfríe piense eso, pero la mayoría solo quiere decir que no le gusta, nada, y punto. Por esto me planteo que, quizá detrás de esa tolerancia que existe hacia hablar de las cosas, que no las personas, que odiamos, en realidad se oculta un sentimiento mayor, camuflado entre las palabras para no ser detectado por la conciencia moral de sociabilidad y aceptación, un sentimiento de odio hacia determinadas personas amparado en odio a las cosas que les rodean. Por ejemplo:

- Odio el cocido de tu madre

Puede que signifique eso, simplemente que no le gusta nada o que en realidad estén diciendo,

-Odio a tu madre

Que a falta de la palabra cocido, cambia mucho la película.


En cualquier caso hoy estaba pensando en las cosas que yo odio, y en las veces que he dicho, pocas, todo sea dicho, pero algunas han caído, que yo odiaba a alguien. Con respecto a la personas he de decir que el odio ha pasado por mi vida como una estrella fugaz. En un momento determinado he pensado o dicho "Odio a tal", y la ira y repugnancia que llevaba dentro ha reventado en mi boca con esa frase, que luego ha quedado en el pasado, y con ella el sentimiento de odio. Pero, he de reconocer que mientras lo he dicho, lo he sentido, tal y como la RAE afirma, supongo que aflorando durante unos segundos la rabia animal de nuestros ancestros.

Con respecto a lo de odiar cosas, esas sí que las odio cada día, porque no cambian, porque no son como un hecho que te hizo odiar a alguien y que se quedó en el pasado, sino que duran cada día y ahí siguen paradas, para que el sentimiento no cambie.

Odio tener miedo (cuando lo tengo), odio que no me escuchen (porque yo siempre me callo para escuchar lo que los demás me cuentan, aunque sea una chorrada), odio que juzguen a una persona por aspectos casuales, o causales me da igual, que nadan tienen que ver con la personalidad ( como el color de la piel, el sexo, la altura, las manchas en la piel o las pecas de la cara...), odio los libros que te dicen cómo debes salir de los problemas o cómo vivir tu vida para ser más feliz (¿Según quién?), odio las verdades absolutas.

Desgraciadamente, detrás de muchos de esos odios hay cabezas que los piensan y los llevan a cabo, y estas, no son de cosas sino de personas.