lunes, 26 de noviembre de 2007

El planeta no puede estar de acuerdo


Una grua gigante bloqueaba hoy una de las avenidas principales de este mi lugar de vida habitual. Cargaba uno de los enormes árboles navideños que están poniendo por todas partes. Todo son luces, colores, arbolitos y flores de pascua por doquier. Las conservas del super han dejado su sitio a los dulces de Navidad. Los turrones lo invaden casi todo, y la gente compraba este fin de semana como si el mundo fuera a acabarse. Siempre he pensado que si tuviese que ocurrir una catástrofe mundial la mejor época era la Navidad. Así al menos nos pillaría a la mayoría surtidos de comida, congelados y dulces super extra calóricos durante los primeros meses del años.
La Navidad ha llegado casi oficialmente. Aqui nos hemos dado cuenta por las bombillas que alumbran los comercios, por el abundante color rojo y verde que decora las calles, por las enormes gruas que traen árboles artificiales y las colas en los supermercados. Si no fuese por ese despliegue de objetos y comida a mansalva no habríamos tomado quizá conciencia de ello hasta, no sé, quizá hasta el 22 de Diciembre y su gordo de la loteria, que es cuando para mi empieza realmente la Navidad.
El tiempo, al menos por estos lares, no ayuda al consumismo exacerbado. El clima aqui es templado, nada de paisajes llenos de nieve, de gente con grandes abrigos y bufandas. Nada de nariz colorada, de guantes ... aqui hace sol, de vez en cuando llueve, sí, pero como si callese aún una tormenta de verano. Aqui hace sol, mucho, y pica, e incita a cerveza, a tapa, a paseos por la playa, pero no al turrón.

El clima está cambiando, entre otras cosas el uso de miles de millones de pequeñas bombillas alumbrando la cara rica del planeta no ayuda demasiado a que la navidad sea ese remanso de prosperidad y paisajes blancos que nos proponen. El clima está cambiando y su venganza es darnos un sol bestial en pleno Noviembre y un frio extrañamente atípico en las noches de agosto. Después de todo, no podemos esperar que colabore con nuestras fiestas de paz, amor y respeto cuando sabe que él será una de las consecuencias de que mientras reimos y disfrutamos del lujo que nos rodea, usemos el planeta como el contenedor de nuestros inútiles caprichos.