miércoles, 14 de abril de 2010

Gregorio y Lola


El texto que sigue a continuación no lo he escrito yo, sino mi hermana. Me lo envió, me pidió que le dijese qué opinaba al respecto y preguntó si me parecería bien subirlo a la red mediante este blog que, desde hace ya algún tiempo, está más muerto que vivo. Me pareció perfecto, no me cuesta ningún trabajo complacerla en esto y, quien sabe, quizá sea la piedra de toque para que yo continue escribiendo, y compartiéndolo.

"Uno de los días de primero de Marzo, acompañé a una amiga al hospital Gregorio Marañón de Madrid. No había ido nunca y me impresionó. Es grande, feo, destartalado, como hecho a trozos, sin ninguna conexión entre sí. El patio interior, donde los que van a radioterapia pueden aparcar, me recordó al aparcamiento de un mercado de abastos, solo que más irregular. Pero lo que realmente me hace escribir estas letras, es el departamento de radioterapia, situado en el edificio de oncología, concretamente en un sótano. Parece que tiene que ser así, es decir, que para que no se escapen las radiaciones, es más seguro que este bajo tierra. Pero, no por estar en el subsuelo tiene que ser frió, triste y de un color que te produce cualquier sensación menos ganas de seguir adelante. De vivir.
Las paredes, no es que estén recién pintadas, pero tampoco se caen a trozos, es el color el que… no parece un color. El encargado de decidir como pintar un sitio tan especial no había oído hablar de los efectos que pueden tener los colores en las personas, creo que se llama cromoterapia. Tampoco los asientos invitan a sentarse, más bien a levantarse y salir corriendo. Largos pasillos sin ventanas, salas de espera que eran ensanchamientos de pasillos. Iluminación nada sugerente. Hay unas luces que imitan la luz del sol y hace que los potos se pongan a crecer como locos, lo sé por los que tengo en mi trabajo, pero cuyo objetivo principal es que la gente que no trabajamos con luz natural, no la echemos de menos.
Las personas que están en este sitio están gravemente enfermas, la tristeza la llevan por dentro y reflejada en sus ojos, no necesitan que el entorno se la recuerde a cada paso. ¿Acaso no sería una buena inversión de futuro, ahora que todo se mueve en términos económicos, hacer estos sitios más agradables a la vista, al cuerpo, al espíritu? Un color elegido por un experto, que invite a vivir, una música de fondo, unos asientos que hagan que pueda existir la comunicación entre los que allí están, para compartir experiencias y dolor. En resumen, hacer un sitio donde el dolor y la enfermedad se vean atenuados nada mas cruzar las puertas. ¿Es esto tan imposible?
Tengo que decir que lo más positivo de este inhóspito sitio es el personal que trabaja allí. Recepcionistas, celadores, enfermeras y médicos te reciben con una sonrisa que permanece en sus caras hasta que te vas. Sus palabras son amables y existe en ellos un detalle que yo no había observado hasta ahora en ningún otro departamento hospitalario, y es que te cogen las manos, te tocan, en este mundo de escrúpulos, estas personas van mas allá de su cometido con una cercanía física que hace que los que allí están se sientan personas. Bravo por ellos."

1 comentario:

Moiravieja dijo...

Les voy a comentar que está perfectamente descrito el recinto ,pero la verdad es que todos los hospitales públicos son así.Las personas que los construyen parece que lo hacen con la intención de que los que llegan allí salgan peor de lo que entraron.
Hay lugares diferentes, aquí en Chile los dos que conozco algo son iguales a los descrito por Lola.
Pero los felicito porque lo publicaron ,pueda ser que se le ilumine la ºabeza y el alma a quienes levantan estas moles. Un saludo desde Santiago de Chile